Le Ilui Nishmat (para la elevación del alma) de mi queridísimo amigo Walter Ryzowy, Alter Moshé ben Itzjak HaCohen (Z´L), quien nos dejó este último 17 de Tamuz. Con su hombría de bien, Walter honró la memoria del primer Cohen HaGadol (sumo sacerdote), Arón, el hermano de Moisés, quien amaba y propiciaba la paz entre el hombre y su semejante.
Por la pronta liberación de los israelíes Abraham Mengistu y otro joven del cual aún no sabemos el nombre, secuestrados por el movimiento terrorista palestino Hamas.
Esta tardecita comenzó el ayuno de Tisha BeAv (9 del mes de Av), uno de los días más aciagos del calendario judío junto a Iom HaShoá VeHaguevurá (día del Holocausto y la Valentía del pueblo judío) y Iom Hazicarón (el día del recuerdo por los jaialim -soldados caídos- y por todas las víctimas del terrorismo antisraelí y antisemita).
El 9 de Av marca el final de las tres semanas de duelo que comenzaron con el ayuno del 17 de Tamuz, que recuerda -entre otras desgracias- el comienzo de la destrucción del segundo Beit HaMikdash (Templo de Jerusalem).
El rabino Abraham Itzjak HaCohen Kuk (zt´l), primer gran rabino ashkenazí de la Palestina británica, explicó que así como el Beit HaMikdash fue destruido por el odio gratuito entre los judíos, el mismo será reconstruido por el amor gratuito entre los integrantes del pueblo de Israel.
Antes de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem por parte del comandante militar romano Tito, en el año 70 de nuestra era, los judíos de la actual capital israelí no se respetaban entre ellos a pesar de ser hombres letrados.
¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros? La tradición judía nos lo responde.
Durante las tardes de Shabat (sábado) que unen a los días de Sefirat HaOmer (la cuenta de los 49 días del Omer, que comienza en el segundo Seder de Pesaj y termina en Shavuot) con Rosh Hashana —y que por lo tanto incluyen también las semanas de duelo entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av—, la tradición ashkenazí nos aconseja estudiar Pirkei Avot (traducido al español como Ética de nuestros padres o Capítulos de nuestros padres), el tratado más popular y de sencilla lectura de nuestro Talmud.
Compendio de ética judía por excelencia, Avot (como es conocido popularmente en el judaísmo), nos lleva a reflexionar sobre nuestros vínculos con el prójimo, acerca de cómo debemos respetarlo, comprenderlo y amarlo. “En un lugar donde no haya hombres, trata de serlo tú”, nos enseña el sabio Hilel, en uno de los capítulos de este tratado.
Los conceptos de shem tov (o sea, el buen nombre que debe tener cada uno de nosotros, mencionado en Avot) y de mentsch (que en alemán significa literalmente hombre, pero que en su sentido judaico define a un hombre de bien), comprenden a las personas rectas, honestas, humildes y bondadosas que hacen por su prójimo más de lo que la ley les exige; atributos estos que deberían acompañar la vida de cualquier judío y, por supuesto, de cualquier hombre o mujer de bien.
Por otra parte, asociamos el término reparar con el hecho de arreglar objetos, pero también se aplica —tanto en español (según la Real Academia Española) como en hebreo— a la reparación de los vínculos interpersonales, entre sujetos. En este sentido, la plegaria Aleinu Leshabeaj —que pronunciamos en nuestros tres rezos diarios— nos sugiere en uno de sus fragmentos que debemos reparar el mundo en el marco del reinado divino (“letaken olam bemaljut Shadai”).
Los vínculos interpersonales siempre son complejos y es mentira aquello de que el tiempo cura las heridas; el remedio para las heridas es el habla, poder expresar arrepentimiento, cuando nos equivocamos, y poder aceptarlo de aquel que se equivocó con nosotros. Sigamos el ejemplo de Arón el sacerdote: amemos a la paz y hagamos actos de bien por ella, como hizo Arón; amemos a toda criatura viviente y ayudemos a que viva en armonía con las demás.
Qué luego de este Tisha BeAv sepamos que cada vez que reparemos una relación humana estaremos ayudando a la unión y hermandad del pueblo judío y de toda la humanidad.