4 abr 2023

El redentor

Bibiano lustraba zapatos en la Plaza Libertad de sol a sol. Aunque ya a principios del siglo XXI era un oficio casi inexistente, el veterano seguía trabajando porque, según él mismo lo decía, “es lo que me mantiene vivo”.


Tenía muy pocos clientes fijos y algunos ocasionales. Uno de los habitués era el gerente de un banco venezolano que con sus petrodólares alimentaba en algo las magras finanzas de Bibiano, quien llevaba ese nombre en honor a Zapirain, aquel que integró la famosa delantera tricolor de Castro, Ciocca, Atilio García, Porta y el mismísimo Bibiano Zapirain.


Los diálogos con el caraqueño siempre eran interesantes. Bibiano era un batllista chapado a la antigua a quien le gustaba dar el debate de ideas, mientras que el gerente era un chavista enfervorizado.


Sus diferencias ideológicas, y vaya si las tenían, nunca los alejaron. El lustrador siempre se esmeraba porque los zapatos de su cliente quedaran bien lustrados. Incluso, luego de tantos años de relación, se contaban algunos asuntos personales.


Otros clientes fijos eran dos mormones estadounidenses que buscaban adeptos en las calles montevideanas. Ellos querían convencerlo de que adoptara su fe. Pero el batllista era un hueso duro de roer. No había forma de enderezarlo, decían los religiosos.


El pobre español de los jóvenes hacía muy difícil la comunicación. La relación, sin embargo, era correcta. “Estos yanquis siempre usan zapatos de charol. Parece que fueran a bailar el charleston”, pensó la primera vez que se los lustró.


Una cálida noche de verano mientras dormía, Bibiano escuchó ruidos. Se levantó de la cama en medio de la oscuridad. No vio nada, pero sí escuchó una voz grave que le decía que el redentor sería un lustrador de zapatos.


Buscó de dónde venía la voz, pero no pudo resolver el misterio. Quedó petrificado por unos momentos y luego de reponerse le costó mucho conciliar el sueño.


Al día siguiente, volvió a la plaza con otra perspectiva. Tenía ganas de escuchar lo que los mormones le fueran a decir luego de relatarles su historia nocturna.


Esta vez él los buscó. Los encontró charlando amistosamente con dos voluntarias de los Testigos de Jehová. No los quería interrumpir, pero su ansiedad lo llevó a hacerlo.


Les relató lo sucedido en la noche. Lo cercano que se había sentido a Dios y la misión a la cual quería encomendarse. Se sentía el nuevo salvador del mundo.


La revelación conmovió a los religiosos quienes consideraron que habían encontrado al hombre que los liberaría del yugo materialista del siglo XXI.


Fue un día raro para Bibiano. Sintió que algo había cambiado dentro suyo aunque tuviera que seguir prosternado ante los demás para limpiarles los zapatos.