Juan, Ildefonso y Toribio no eran amigos, pero sí compañeros de trabajo. La relación era cordial, aunque no cercana. Pero una mujer lo cambió todo.
Ildefonso había estado casado con Gabriela durante 18 años, de los cuales los primeros 8 habían sido de felicidad y armonía. El resto, pura riña y disputa.
Gabriela trabajaba en la misma empresa que su exmarido. Ella se ocupaba de la parte contable y él, de la logística. Juan y Toribio estaban al tanto de las disputas matrimoniales pre y post divorcio, pero no se querían meter.
Las peleas de la pareja ya habían pasado a mayores. A Juan y a Toribio no les quedaba otra que tomar posición. Ambos creyeron fielmente en la historia de Gabriela. Esto encolerizó a Ildefonso.
En ese momento recordó el famoso aforismo citado de forma constante por el galeno Arnoldo: “no se caga donde se come”.
Lo que Ildefonso no sabía era qué les había dicho Gabriela a sus dos compañeros. Ella lo había calumniado y desprestigiado con un sinfín de mentiras acerca de su comportamiento en el hogar.
Él pensaba que el comportamiento ético dentro de la casa y, por tanto, en el ámbito privado, debía ser igual que en la esfera pública.
¿Cómo podía sacarse ese enojo que tenía y recomponer relaciones con Juan y Toribio?
Le recomendaron acupuntura y fue a la clínica del renombrado especialista Kidu Chito Chabbat, quien le acomodó todos los huesos de la espalda.
Igual sentía que precisaba algo más. Fue ahí cuando decidió empezar a practicar taladro con el profe Llubito Ferro, el que golpea como si tuviera un fierro en manos y pies.
Las clases le hacían bien. Hacía ejercicios aeróbicos, combatía y luego meditaba. De a poco su cólera iba cediendo.
Consideró necesario hablar con sus compañeros. Toribio se negó a hablar con él, ya que Ildefonso, en un ataque de ira, lo había insultado.
Sin embargo, Juan, con quien también había discutido de forma vehemente, sí aceptó sentarse a charlar.
La conversación fue breve, pero cordial. La reconciliación estaba encaminada. Trataron de evitar los temas espinosos y no mencionaron palabra alguna sobre la ausencia de Toribio.
Terminaron el café y los churros rellenos de dulce de leche con la esperanza de que ese fuera el comienzo de una nueva etapa en su relación.