El
interior también existe, es una expresión que solemos escuchar. Esta
vez los honores se los lleva Tacuarembó, de donde es oriundo el pediatra
José Grünberg, de 80 años de edad, quien a principios de marzo fue
nombrado Miembro Titular de la Academia Nacional de Medicina, función
que ejerce desde el momento en que le fue conferida la distinción por
parte del presidente de la academia, el doctor José Peña. A continuación
el galeno relata al portal web del CCIU sus experiencias de vida:
- ¿Por qué sus padres se radicaron en Tacuarembó? ¿De dónde venían?
- Es necesario
prevenir al lector y al entrevistador. Mis relatos, recuerdos, datan de
muchas décadas atrás. Están basados en vivencias de la niñez y
adolescencia en Tacuarembó, en Villa Muñoz, cargadas de subjetividad,
pueden ser muy diferentes de las de quienes han vivido situaciones
similares en los en los mismos sitios geográficos y épocas
Mi padre llegó solo
desde Toporov (Ucrania o Polonia según la época). A los efectos de
regularizar nuestros documentos recurrimos a ambas embajadas, las cuales
negaban la existencia de Toporov en ambos países. Una fascinante
historia de Toporov ha sido publicada por Yad Vashem1. El
único capital de mi padre era su obsesión de reunir a la familia que
había quedado en Europa, continuar con la vida judía, y educación para
sus hijos. Mi madre y los dos hijos llegaron después cuando se pudo
financiar el traslado En el Uruguay, se comenzaba a construir la ruta
cinco, Montevideo - Tacuarembó.
La colectividad le
facilitó un crédito con lo cual reunió un stock de camisas y corbatas y
mercadería liviana que se podía llevar en exhibición "al brazo" o en una
valija liviana. Acompañó a las cuadrillas de construcción de la ruta
cinco. Los días de cobro, ya con algunas palabras en español, pero con
gran sentido de lo que después llamaríamos marketing, fue pionero en la
venta en cuotas. La ruta se completó y mi padre "desembarcó" en
Tacuarembó en el año 1929 donde la familia residió varias décadas.
Fui el primer uruguayo
de la familia .Nací el 18 de agosto de 1931. El escribiente del
registro civil, no aceptó violar la gramática y mi apellido salió
diferente al del resto de mi familia, Grumberg,y no Grunberg: "antes de
la be larga no va ene", dictaminó autoritario el funcionario. El
apellido materno fue un escollo insuperable para el escribiente, por lo
que el funcionario me puso uno sencillo para él. Terminé con un apellido
materno ficticio, que es el que luce en mi título de médico y del cual
nunca tuve la génesis. Mis intentos de recuperar mi identidad,
requirieron varias décadas de trámites.
- ¿Qué recuerda de su infancia?
- Fue una infancia sin
ningún niño amigo judío ya que la colectividad judía en Tacuarembó era
de muy pocas familias. Estaba totalmente integrado a los compañeros de
clase, el fútbol, la amistad con aquellos que ya pintaban para poetas,
famosos después. Los judíos se integraron a una población criolla
variopinta: españoles franquistas, comunistas y republicanos, italianos
fascistas y demócratas, que tenían sus propias rivalidades. La
convivencia era buena, nunca sentí antisemitismo. Un carro de paseo
tirado por caballos hacía nuestros deleites en los picnic familiares en
la periferia de Tacuarembó.
- ¿Cómo era la vida judía en Tacuarembó?
- No éramos más de 20
familias. Los sefardíes que hablaban español tenían muy poca o ninguna
relación social con la comunidad ashkenazí. En esta "convivían" dos
grupos, los "fabrente" (radicales) comunistas pregonaban que el
internacionalismo proletario era la solución mundial, incluso para
combatir el antisemitismo. Los otros, sionistas religiosos como mis
padres, que cerraban los negocios en Rosh Hashana y Yom Kippur, se
desplazaban a Montevideo por que no había minian (quórum de diez judíos necesario para llevar a cabo las plegarias) en Tacuarembó.
Con mucho trabajo se
alquiló una casa en Tacuarembó como centro judío para la enseñanza del
idish e historia judía. Se contrató a un maestro de Montevideo que
resultó muy alejado del sionismo y se autodenominaba "progresista" o
"de izquierda". lo que atrajo a unos y ahuyentó a otros.
En el Tacuarembó
profundo había destellos de judaísmo, en Paso del Borracho, actual
Pueblo Alsina, a 10 leguas de la "metrópoli", se radico mi tío. Instaló
un despacho de bebidas, con palenque, y parroquianos de facón y chiripá,
sin luz ni agua corriente, faroles y cachimba.
La vida judía tuvo un impedimento insuperable para mis padres, la inexistencia del kashrut.
- ¿Cuándo se trasladó a Montevideo? ¿Qué recuerda de su pasaje por el barrio Villa Muñoz?
- A los 11 años,
preparándome para la Bar Mitzvah, me traslade a Villa Muñoz, Isla de
Gorriti y Constitución, vecino de la Escuela Scholem Aleijem. El Shabat
en la calle Arenal Grande y Domingo Aramburu era una fiesta.
Viví con la familia de
mi primo homónimo, José Grunberg. Ya pediatra, los pacientes
encontraban en la guía telefónica mi nombre. Llamaban madres preocupadas
por fiebre del niño en pleno invierno pero respondía mi primo y no yo.
Con el típico humor judío, mi primo les comunicaba mi número correcto,
pero también sus ofertas de frazadas y otros abrigos para el niño.
En Villa Muñoz tuve
mis primeros amigos judíos. Con gran sorpresa mis compañeros de clase
gentiles tenían un vocabulario extenso en idish, especial, pero no
exclusivamente, adecuados para insultos de grueso calibre. También
tenían las palabras adecuadas en las tentativas de conquistas a las
chicas (maidalaj, en idish). Tres décadas después de la ceremonia de mi
Bar Mitzvá en la sinagoga de la calle Inca, instalamos nuestro servicio
de Nefrología y especialidades pediátricas en el Hospital Español
(Garibaldi y Rocha). Merendábamos en las proximidades y la conversación
de los contertulios era en idish. Ante mi pregunta para saber de qué
shtetl provenían los padres, recibía como respuesta "de Villa Muñoz",
pues la mayoría eran no judíos pero su vida laboral y social se
desarrollaba en la colectividad judía.
- ¿Por qué eligió la medicina como profesión?
- Nunca lo supe,
tampoco recuerdo ninguna duda sobre mi vocación. He atendido a los
nietos de mis maestras de primaria, me recuerdan que desde el primer año
no solo tenía la decisión de ser médico, sino también, pediatra.
- ¿Qué especializaciones realizó en el exterior?
- Mis pasantías reiteradas en hospitales parisinos fueron diseñadas por mi esposa Charlotte, para conocer y vivir París.
Me especialicé en
Paris, Hôpital des Enfants Malades, en enfermedades renales en niños.
Con mis colaboradores creamos en el año 1983 el primer centro de
diálisis peritoneal crónica ambulatoria (DPCA) en el Uruguay: Asociados a
nefrólogos de adultos desarrollamos el centro integral pediátrico y de
adultos de diálisis domiciliaria, que se extendió posteriormente a otros
servicios de salud. La DPCA es un procedimiento que se realiza en el
domicilio del paciente, lo cual es compatible con mucha libertad social y
laboral.
Ejercí durante ocho
años la Secretaria General de la Asociación Latinoamericana de
nefrología pediátrica y como Consejero de la Asociación Internacional de
Nefrología Pediátrica. Esos años fueron de un desarrollo tecnológico
inimaginable en sofisticación e innovación en la medicina y en la
nefrología en particular. Por necesidad de cumplir con mis
responsabilidades internacionales institucionales y la necesidad de mi
propia formación profesional, viajé frecuentemente y tuve el privilegio
de aprender y conocer otras culturas.
- Usted es pediatra. ¿Es más fácil relacionarse con los niños o con los adultos?
- Adultos y niños,
enfermos o sanos, son sensibles a lo mismo: respeto, ternura, escuchar
con atención, consideración al otro. Los pacientes son grandes docentes.
Aun muy joven pediatra, le pregunto a la madre del niño ¿cómo es el
dolor por el cual me consulta? El niño me espeta: doctor yo sé hablar,
conozco mejor mi dolor que mi madre.
Además de las
palabras, tienen mucho valor los silencios. Cuando un paciente pregunta
"¿cómo estoy?"; los silencios son muy elocuentes. Un silencio
prolongado despierta mucha ansiedad, expectativa ¿Por qué no responde?
¿Será tan grave?
Los gestos, y la
actitud tienen su lenguaje, independiente de las palabras. Por ejemplo
atender una llamada telefónica sin disculparse ante el paciente por la
interrupción, mirar la hora en medio de una consulta, omitir el
"gracias", el "por favor", saludar.
- ¿Cuál es su vínculo con el judaísmo?
- Nuestra vida familiar gira en torno al judaísmo
- ¿Que filósofos influyeron en su vida profesional?
Encontré en (Baruj) Spinoza y (Emmanuel) Levinas, enseñanzas, respuestas a dudas e incertidumbres existenciales.
Spinoza me enseñó
sobre el impacto de los "buenos encuentros", como ellos diseñan nuestras
vidas. Somos fruto de ellos. En mi caso, tuve varios: me encontré en
París con Jérôme Lejeune, que revolucionó la genética, con el maestro Alfredo Ramón Guerra y su señora Margarita, una judía berlinesa en plena huida de la tragedia.
Levinas, otro judío
huyendo del horror de la discriminación, me esclareció: el Otro es una
extensión del yo. El Otro es eventualmente nuestro paciente, a quien nos
debemos. El "buen encuentro" de Spinoza es un concepto íntimamente
relacionado a la responsabilidad que tenemos con el Otro.