Conferencia que pronuncié, el domingo 30 de julio de 2017, luego de la exhibición de la película Setiembre en Shiraz en el espacio de la Comunidad Israelita del Uruguay (Kehilá) en el 12.º Festival de Cine Judío de Montevideo.
A la comunidad judía de la República Islámica de Irán la sentimos lejos, y no solo por lo geográfico y cultural, sino que también nos separa nuestra cosmovisión del judaísmo. La comunidad judía uruguaya tiende a ser sionista y laica, mientras que su contraparte iraní está cercana a la religión y a la observancia, y bastante lejos del Estado de Israel.
Estamos en el mes en que se conmemora el atentado a la AMIA. Ya pasaron 23 años de este criminal ataque contra la colectividad judía rioplatense. ¿Alguien escuchó algún tipo de declaración por parte de la comunidad judía iraní acerca de este doloroso atentado?
Es imposible, pues es una comunidad que carece de las libertades más básicas, tal cual las entendemos nosotros.
Antes de la Revolución Islámica de 1979, en la cual el shá fue derrocado, había entre 70.000 y 80.000 judíos en Irán pero en 2012, tan solo 8.756. Es la comunidad judía más grande del Medio Oriente después de la que reside en Israel.
El Comité Judío de Teherán es la entidad que representa a la comunidad judía iraní y cuenta con un miembro en el parlamento, quien está obligado por ley a apoyar la política exterior de ese país incluyendo su prédica antisionista.
Los judíos iraníes tienen el estatus de dhimmis o minorías religiosas, al igual que los bahaí. Los hebreos mantienen ciertas libertades para profesar su religión pero siempre están bajo sospecha de colaborar con Israel o, eventualmente, Estados Unidos, símbolos del imperialismo para el régimen de los ayatolas.
De hecho, cuando un judío tramita el pasaporte, debe hacerlo en una oficina especial, y luego de que lo obtiene pasa a ser vigilado por el sistema policiaco iraní.
Antes de la revolución islámica del 79 funcionaban 20 escuelas judías. Actualmente existen pocas y sus directores obligatoriamente deben ser musulmanes y no judíos. En Teherán aún hay tres colegios donde los alumnos judíos son mayoría. La currícula escolar está toda vinculada al islam y las clases de Torá son dictadas en persa y no en hebreo.
Existen clases especiales de hebreo que se dictan solo los viernes en la organización ortodoxa Otzar Atora.
Hace pocos años la representación judía iraní logró que se exima a los estudiantes judíos de las escuelas públicas a que concurran los sábados a clase, pues anteriormente eran obligados.
Un hecho particular es que en las instituciones judías es común ver retratos de los ayatolas y afiches conmemorativos y de salutación en los aniversarios de la revolución islámica.
Los orígenes de la comunidad judía persa (iraní) se remontan al siglo VI antes de la Era Común, cuando el primer Templo de Jerusalem aún no había sido destruido por Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo que la convierte en una de las más antiguas comunidades judías de la diáspora.
En los siglos siguientes la población judía de Persia creció notablemente aunque también de forma intermitente fue oprimida y perseguida.
En el año 642 hubo una invasión de árabes musulmanes que impuso al islam como la religión del Estado, lo cual impactó en el status sociopolítico de los judíos.
En el siglo XIX los judíos fueron perseguidos y discriminados. En algunas oportunidades comunidades enteras de judíos fueron forzadas a convertirse al islam. Durante finales de ese siglo y principios del XX se produjo una importante ola migratoria hacia la entonces Palestina turca, producto de la incidencia del movimiento sionista en la comunidad judía local.
Durante la dinastía Pahleví, que es la del shá y consiguió el poder en 1925, el país se secularizó y comenzó a mirar hacia Occidente. Esto benefició a los judíos, quienes se emanciparon y comenzaron a jugar un importante papel en la economía y la vida cultural.
En 1979, en una de sus primeras acciones, el gobierno surgido de la revolución islámica que derrocó al gobierno del shá Reza Phaleví, juzgó en veinte minutos y luego asesinó mediante fusilamiento al principal líder judío del momento, un conocido industrial iraní.
Fue el primer judío y uno de los primeros ciudadanos ejecutados por el régimen. Su nieta expresó: “La corte no le permitió tener un abogado a mi abuelo. Luego que lo ejecutaron, el nuevo régimen le robó lo que había pasado construyendo durante toda su vida”.
Los judíos se volvieron más religiosos luego de la revolución islámica. Familias que eran laicas en la década del ´70 comenzaron a comer kósher, dejaron de conducir automóviles durante el Shabat, no concurrieron más a restaurantes, cafés y cines, y la sinagoga pasó a ser el punto central de reunión. Es decir, se adaptaron a la sociedad iraní de ese momento.
El médico judío Siamak Morsadegh, y recuerden este apellido porque lo voy a volver a mencionar, es miembro del parlamento iraní, y director del Comité Judío de Teherán y del hospital Dr. Sapir. Este centro médico es financiado por la comunidad judía pero el 95% del personal y de los pacientes son musulmanes.
Morsadegh explica que hay más de 100 sinagogas en Irán, 20 de ellas activas diariamente, además de cinco escuelas privadas, en las que se educa en el credo judío y en el idioma hebreo y cinco carnicerías kósher. Tengan en cuenta que las afirmaciones de Morsadegh no siempre coinciden con datos de fuentes judías externas. Por ejemplo, el dato de las escuelas judías es distinto para Morsadegh que para el CJM.
“A diferencia de las amenazadas sinagogas europeas o turcas, en las de Irán no vas a encontrar cámaras de seguridad, ni guardias, ni deberás pasar dos controles de seguridad para acceder”, aseguró Morsadegh.
Asimismo, señalo que los matrimonios mixtos entre judíos y no judíos son menores al 0.1%.
“Ser judío no significa estar de acuerdo con cada acción del ejército de Israel o cada postura de su régimen. Justo por haber sufrido la peor masacre de la Segunda Guerra Mundial deberíamos empatizar más con los oprimidos. Parte de ellos son palestinos. E Israel está violando a diario sus derechos humanos y territoriales”, agregó el dirigente judío.
En relación a Ahmadinejad, Morsadegh dice: “es un radical antisionista, pero no antisemita. Ataca al sionismo, a Israel, pero no quiere matar judíos. Claro que negar el Holocausto es inaceptable para los judíos iraníes. Durante su presidencia le recordamos que negar la existencia del holocausto es como negar la existencia del sol”.
Los judíos no pueden dirigir las escuelas judías, no pueden ser profesores universitarios, es casi imposible que puedan acceder a un cargo público y no pueden ser oficiales del ejército, aunque muchos judíos integraron el ejército iraní durante la guerra contra Iraq.
La ley de sucesiones iraní indica que un judío que se convierte al islam hereda todos los bienes de su familia extendida. De esta forma se promueve la conversión al islam.
"Los radicales sionistas y los antisemitas son dos caras de la misma moneda", señala Morsadegh, quien agrega que: “Irán ama a sus judíos unidos con los persas por milenios de historia conjunta; lo que no tolera es el sionismo”.
Hace algunas semanas hablé con el periodista Pedro Brieger, docente de la Cátedra de Medio Oriente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y corresponsal de CNN en español en Argentina.
Me comentó que cuando estuvo en Irán, a mediados de los 2000, vio poca presencia policial en las calles a diferencia de lo que le pasó en Egipto, por ejemplo.
Estuvo en la sinagoga en Shiraz, la ciudad donde transcurre la película que vimos, un viernes de noche durante la oración nocturna del Shabat. El templo estaba repleto y para entrar había que descalzarse como si fuese una mezquita. No había ningún tipo de seguridad y se podía entrar simplemente abriendo la puerta. “No era un show armado”, me aseguró el periodista, ya que concurrió solo a la sinagoga, sin el guía que le había asignado el gobierno. Los feligreses desconfiaron de él, pero cuando les demostró que leía y hablaba el hebreo, todo cambió y hasta lo invitaron a cenar.
Una periodista española del diario La Vanguardia entrevistó a una mujer judía llamada Luise que es la encargada de abrir las puertas de una sinagoga en la ciudad Isfahán. Luise dice que se siente segura en Irán. Sin embargo, la periodista cuestiona esta información pues nota que Luise tiene que cerrar la puerta del templo con “seis cerraduras y dos gruesas cadenas” y además relata que en la puerta de esa sinagoga alguien pintó una mira telescópica de fusil. “Compro el pan en una panadería musulmana y todos me tratan bien”, aclara Luise.
Sin embargo, la práctica es diferente a la teoría. Luise señala que un compañero de clase le dijo a su hijo que era “un asesino porque Israel mataba palestinos”. Luise le pidió al docente que le explicara a los niños que ellos eran judíos pero no sionistas.
Un vendedor de antigüedades y cantor litúrgico en la sinagoga de Isfahán señaló a The New York Times que le molesta cuando escucha cánticos de muerte contra Israel. Expresa: “he estado en este negocio durante 43 años y nunca tuve problemas. He visitado a mis familiares en Israel pero cuando veo algo como el ataque a Gaza, yo también protesto como iraní que soy”.
Por tanto, ¿qué podemos concluir de todo esto? Por un lado tenemos la voz de la comunidad judía iraní, representada por Morsadegh y de algunos ciudadanos judíos que viven allí, por otro lado tenemos la voz de fuentes judías externas que ven esa realidad de forma totalmente distinta, y las voces de periodistas que visitaron el país. La realidad es compleja. Estamos hablando de una comunidad vigilada, nacionalista, y muy orgullosa de su pasado y su presente. ¿Sentirán que hay algún problema con el hecho de ser judíos en Irán? ¿Por qué siguen viviendo bajo un régimen opresor? ¿Sienten miedo o ya está naturalizada esa forma de vida? Mi idea no es darles las respuestas, sino que cada uno de ustedes saque sus propias conclusiones.
¡Muchas gracias!
Fuente de la imagen: Momentum Pictures
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