12 ago 2021

El judaísmo de Pablo Mieres

Por Martín Kalenberg (*)                                         

Dedicatoria

A mis hijas Luli y Sofi

Bolche para los fachos, y facho para los bolches. Así, en términos coloquiales, es como muchos consideran al ministro de Trabajo y Seguridad Social y líder del Partido Independiente, el Dr. Pablo Mieres. 

Me siento identificado con él en cuanto a mis vivencias como un judío creyente uruguayo que es practicante -para los estándares de la comunidad judía uruguaya-, pero independiente en cuanto a discrepar con las posturas “oficiales” tanto del establishment ortodoxo como del secularismo judeouruguayo.

Me pasa algo similar a Mieres. Para los judíos laicos soy un religioso, pero para los religiosos no soy lo suficientemente respetuoso de las normas legales que prescribe la ley judía (halajá) como para que me consideren uno de ellos.

Esto bien podría ser parte de un stand up sobre el judaísmo uruguayo, ya que cuando al laico le digo que no uso el celular durante las 25 horas que dura el sábado judío (Shabat), me considera un religioso, pero la ortodoxia no me deja ser testigo en un casamiento judío, ya que mi observancia del Shabat -según esta lo determina- no es plena. 

El único contrato matrimonial que pude firmar fue en el marco de un casamiento realizado por el rabino masortí/conservador de la Nueva Congregación Israelita (NCI) Alejandro Bloch, en Montevideo, allá por abril de 2005.

Para el judío uruguayo laico y para la gran mayoría de mis correligionarios creyentes se aplica el adagio israelí: “Yo no voy a ninguna sinagoga, pero a la sinagoga que no voy es ortodoxa”. 

A propósito, recuerdo que un sábado al mediodía en Nueva York estaba con un grupo de judíos uruguayos frente la puerta del Temple Emanuel, una de las más emblemáticas sinagogas reformistas del mundo. 

Uno de los uruguayos presentes, miró para adentro del templo -de una estructura similar a una iglesia protestante- y dijo: estos no parecen judíos. Respondí: nosotros estuvimos paseando (y comprando) durante toda la mañana del sábado, mientras que ellos rezaron la plegaria matutina, la suplementaria, leyeron un fragmento de la Biblia hebrea y otro de los profetas. Entonces, ¿quiénes son judíos y quiénes no?.

El pensador judío Mordejai Kaplan, fundador e inspirador del movimiento reconstruccionista, decía: “past has a vote, but not a veto”, que traducido al español vendría a ser algo así como que la tradición tiene valor, pero no puede vetar(nos) la implementación de cambios y la innovación ritual.

Me hace acordar a cuando decidí que comería arroz en Pesaj (Pascua judía), prohibido según una antigua tradición del mundo ashkenazí (judíos provenientes de los países de la Europa Oriental). 

Conozco a varios judíos ashkenazíes que se horrorizarían al saberlo, pero sin embargo ellos utilizan dinero y conducen automóviles durante el Shabat, y comen carne de cerdo todo el año. Pero arroz en Pesaj, ¡válgame Dios! 

Esos judíos bien ashkenazíes que, generalmente, no simpatizan con lo sefaradí (judaísmo proveniente de la Península Ibérica, Turquía y los Balcanes, entre otros), y menos que menos con lo mizrají (judaísmo originario de los países árabes), no pueden aceptar que somos un solo pueblo y que no tiene más sentido privarse de disfrutar e ingerir ciertos alimentos que no están estrictamente prohibidos durante Pésaj, simplemente porque así lo hicieron nuestros antepasados que llegaron a Uruguay desde Europa.

El rabino Marshall Meyer, paladín de los derechos humanos durante la última dictadura argentina, decía que en una mano hay que tener la Biblia y en la otra un diario. 

Yo tengo en una mano «Las cartas que no llegaron» del ex guerrillero tupamaro Mauricio Rosencof, y en la otra la biografía acerca del último Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Schneerson, de Joseph Telushkin. 

Por un oído escucho «El violín de Becho» de Alfredo Zitarrosa, y por el otro, «Batzoret» del cantante jasídico Abraham Fried y del judío secular israelí Aviv Gefen. ¿Son compatibles? ¿Se puede leer a un autor de izquierda y al mismo tiempo ser “religioso” y profundizar en el campo de la Torá (Biblia judía) y las mitzvot (preceptos)?

Mi respuesta, claro, es que sí. Esto me hace acordar a que hace muchos veranos, durante un taller de periodismo cultural, dije que me gustaban los tangos del uruguayo Carlos Gardel y las cumbias del argentino Rodrigo. 

El docente me dijo que esto era incompatible, pero yo lo veía y veo de otra forma. Gardel y Rodrigo me enriquecen desde dos costados distintos de la música y me hacen ser quien soy. 

Lo mismo ocurre con el judaísmo. Cuanto más realidades judías (y no judías) conozco, más elementos tengo para decidir y elegir cuál es el judaísmo que quiero vivir diariamente con total plenitud.

Así que vivan su judaísmo con libertad (de pensamiento y de expresión). Decidan ustedes, luego de empaparse de nuestra milenaria historia y fuentes (tanto religiosas como seculares) qué tipo de judaísmo quieren llevar adelante. Todos somos lo suficientemente inteligentes para hacerlo solos. Hagámonos cargo de nuestro judaísmo. No dejemos que otros elijan y decidan por nosotros.

(*) Martín Kalenberg es graduado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad ORT Uruguay. Su tesis de grado se titula El secreto periodístico: cuando el derecho y el deber de mantener la reserva entran en conflicto. Integra el Consejo Editor de la revista Coloquio del Congreso Judío Latinoamericano. Fue cofundador de la rama joven de la Confraternidad Judeo-Cristiana del Uruguay. Artículos y notas suyas sobre judaísmo e Israel han sido traducidos al inglés y al ruso.

5 ago 2021

Libro Fractales Bíblicos: una original relectura de la Torá

Por Martín Kalenberg (*) 

Dedicatoria

A mis hijas Luli y Sofi.

¿Fractal? ¿Y eso qué es te preguntarás vos? En un lenguaje simple y llano lo podemos definir como un objeto geométrico cuya estructura se repite a diferentes escalas y tamaños.

¿Aún es complicado de entender, verdad? Y más aún, ¿cuál es la relación entre un objeto geométrico intangible y la Torá (Pentateuco)?

El pintor francés Eugène Delacroix nos ilustra con claridad sobre el tema en el Diario de Delacroix publicado el 21 de noviembre de 1857, aun cuando el concepto de fractalidad recién fue definido 100 años más tarde: “(el teólogo sueco Emanuel) Swedenborg pretendía en su teoría de la naturaleza que cada órgano se compone de moléculas homogéneas y de un todo completo de partes similares: así, los pulmones se componen de un número de pequeños pulmones, el hígado de pequeños hígados y el bazo de pequeños bazos”.

Y continúa: “Sin ser un gran observador, yo he percibido, hace tiempo, esta verdad: he dicho a menudo que las ramas del árbol eran ellas mismas árboles completos, los fragmentos rocosos son parecidos a las masas rocosas, las partículas de tierra a los enormes montones de tierra. Yo estoy persuadido que analogías de esta índole se encontrarán en cantidad. Una pluma está compuesta de un millón de plumas”.

Delacroix señala que según el ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson, cuando Napoleón dice “Francia soy yo”, quiere decir que cada francés es un pequeño Napoleón.

En Fractales Bíblicos la arquitecta Karin Neuhauser nos sorprende utilizando los fractales como un medio para resignificar la lectura bíblica, en particular cada porción (parashá) que se lee los sábados de mañana en las sinagogas.

Para ello aplica este concepto propio de las matemáticas a la hermenéutica bíblica, y lo utiliza para el análisis de temas y personajes que aparecen de forma recurrente en distintos pasajes del Antiguo Testamento.

Karin comienza su obra explicando cómo muchas ideas conocidas, no vinculadas con la Torá, se pueden ver como fractales conceptuales. Por ejemplo, cita una afirmación del poeta estadounidense Walt Whitman, quien afirma que “soy inmenso y contengo multitudes” o del inglés William Blake: “el mundo en un grano de arena”, así como del Talmud: “quien salva una vida, salva al mundo entero”, y “Je suis Charlie”, acuñada luego del atentado perpetrado por terroristas islámicos contra la publicación francesa Charlie Hebdo.

De los textos que analiza la autora, los que más me interesaron fueron los de Tazría - Metsorá y Shemot.

En el primero, Karin se refiere a la tzaraat, una enfermedad de los tiempos bíblicos, a veces erróneamente traducida como lepra, que no solo afectaba a la piel de las personas, sino también a sus vestimentas y a su hogar, lo cual me hizo recordar lo que nos sucedió a comienzos de 2020 cuando empezó la pandemia del COVID-19, momento en que se nos decía que nuestras ropas y objetos podían contagiarnos, lo que convertía a esta enfermedad en una especie de fractal, pues contenía en su interior al ser humano, a sus ropas y a sus viviendas.

Asimismo, y en palabras de Karin, “las cosas quedan asemejadas a las personas, y reciben el mismo diagnóstico y tratamiento: la ropa se enferma, las viviendas se enferman”.

En Shemot, la primera de las divisiones del libro de Éxodo, la autora aborda un texto complejo y que no ha logrado una traducción unánime.

Se trata de las palabras “Ehie asher ehieh” pronunciadas por Dios. Mientras que algunos intérpretes bíblicos las han traducido como “Soy el que soy” o “Soy el que seré”, otros han preferido una traducción literal y han optado por “Seré el que seré”.

El contexto de estas palabras es el siguiente: cuando Moisés le pide a Dios que le diga su nombre, Dios le contesta “Ehieh asher ehieh. Así dirás a los hijos de Israel: Ehieh me envió a vosotros”.

Estaré contigo (Soy el que soy) “presupone un yo y un tú, una entidad que acompaña, que está aparte pero al lado de otra como dos objetos separados, y connota algo anhelado: protección. Cuando nos vemos naturalizadamente como seres separados, entre nosotros y de Dios, decir estaré contigo tiene sentido, es inmediatamente comprensible”, explica Karin.

En este caso, debido a la separación entre el ser humano y Dios, no se configura el concepto de fractal.

Seré contigo, en cambio, “no habla de un acto de proteger, sino de un proceso conjunto de hacerse. Habla de Dios haciéndose a sí mismo a través de Isaac, Jacob o Moshé (Moisés) o a través de palabras que alguien debe pronunciar y de la boca que ponga en el mundo esas palabras; haciéndose a través del hacerse del pueblo de Israel, o del mundo que esas palabras van modelando”, sostiene la autora.

Ese proceso conjunto de hacerse (de creación) entre Dios y el ser humano puede verse como un fractal porque el hombre está dentro de Dios, así como Dios está dentro del hombre.

El libro termina con tres tertulias ficticias, aunque parecen reales, que incluyen los enriquecedores diálogos de Karin con los pensadores Santiago Kovadloff,  Emmanuel Levinas, Baruch Spinoza, Martin Buber y Sigmund Freud, entre otros. 

(*) Martín Kalenberg es graduado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad ORT Uruguay. Su tesis de grado se titula El secreto periodístico: cuando el derecho y el deber de mantener la reserva entran en conflicto. Integra el Consejo Editor de la revista Coloquio del Congreso Judío Latinoamericano. Fue cofundador de la rama joven de la Confraternidad Judeo-Cristiana del Uruguay. Artículos y notas suyas sobre judaísmo e Israel han sido traducidos al inglés y al ruso.