29 ago 2002

Un uruguayo secuestrado por casi cinco horas

Luego de haber estado secuestrado durante casi cinco horas por los terroristas palestinos, el uruguayo Carlos Parmigiani, pudo escapar del edificio que uruguayos e israelíes compartían. Ese mismo día, como lo hacía diariamente desde que comenzó su viaje, Parmigiani describió sus experiencias en un diario de viaje. A continuación, un extracto de las vivencias relatadas por el uruguayo, quien estaba alojado sin autorización en el subsuelo de la Villa Olímpica.

“A las 4.30 me despierto por unas explosiones, sigo durmiendo, pero tengo frío, no es muy cómoda la camioneta y hay mucho ruido. A las 5.30, 5.45, siento unos gritos, pienso que son los stewards (encargados) de las delegaciones que entran a las 6.00 y ya están haciendo bulla. Estoy molesto y decido levantarme, así se lo comunico al gordo (Raúl Torrens, su compañero de viaje). Aprovecho que parece que se hizo silencio y bajo de la camioneta. Sin embargo, en frente me parece ver un tipo detrás de una columna con una pistola en la mano, pero no! no puede ser”.

Parmigiani se dirigió a la puerta que comunicaba al garaje con el pabellón. “Pongo un pie dentro (del edificio de los uruguayos) y mayúscula sorpresa. Dos hombres saltan a cada lado y con ametralladoras de grueso calibre me encañonan gritando no sé en que idioma. Yo estoy helado, pienso que debe ser por nosotros (Torrens y él), que nos buscan porque estamos de contrabando en la Villa. Surge un momento de tensión enorme, y los dos amartillan las ametralladoras. De improviso, se me enfrenta un tercer hombre armado, igual que los dos primeros, y con la cara toda embetunada. Me habla, mejor dicho me grita algo.

Yo balbuceo una excusa, y uno grita, supongo, get out (vete afuera). Yo trato de retroceder, con las manos en alto, pero parece que se arrepiente y me dice algo en un idioma que no entiendo. Parece que al que me habla le disgusta que no hable nada. Se calla un instante y luego amartilla la metralleta. Están de nuevo a punto de pasarme para el otro lado”.

Parmigiani reacciona y decide hablar en inglés y decir que es uruguayo. “El capo me pregunta extrañado: ´¿de donde?`. Me pregunta que hago allí a esa hora. Le respondo, como puedo, que estoy dando un paseo porque no podía dormir (...). Le digo que (me alojo) arriba, en el edificio con la delegación de Uruguay. Me dice que no; (y yo le) insisto. Se pone en guardia; estoy otra vez en peligro, (ya que) amartillan de nuevo. El de mi izquierda es muy joven; está de remera roja y pantalón claro. El de mi derecha no lo veo muy bien pero es más mayor.

El capo es bajo, pero firme y parece preparado (me habló en cuatro idiomas!). Aparece un cuarto tipo que asoma la cabeza (...) y supongo que confirma mis palabras, por que le dice no sé qué al capo que me está apuntando, y éste (el capo) se distiende. Me llevan al piso superior (planta baja) apuntándome uno de cada costado y el capo atrás. Llego y hay otro en la puerta de Israel con otra ametralladora. Además, hay cajas, creo que con granadas y cargadores.

Comprendo que el asunto no es por mí sino que es guerra árabe-israelí, pero no sé lo que pasa. Me tranquilizo un poco, e insisto que soy uruguayo. Me dice el capo que me identifique. Claro que yo no tengo identificación olímpica y mi pasaporte está en la habitación de los ciclistas. Le explico que no (la) tengo, que está arriba. Vuelve a ponerse receloso. Duda un instante, consulta con el que está en la puerta israelí. Yo vicho un poco hacia adentro, pero no puedo ver nada más que un inmenso desorden”.

El uruguayo percibe que los terroristas no toman ninguna decisión sobre su destino. “Entro a temblar de nuevo, me desconcierta totalmente lo que está pasando. Pienso que ha sido un asesinato y mi situación es supercomprometida. Por reflejo intento oprimir el botón del ascensor, pero el capo me lo impide de un empellón y me señala la escalera. Me siguen apuntando los 4 pero desamartillados.

Subo hasta el primer rellano, me siguen 2 (el capo y otro), el joven se queda apuntando desde abajo y el otro continúa en la puerta de los israelíes. Me hace detener en el rellano y el capo me revisa todo. Comprueba que no llevo armas y me hace señas de seguir. Subimos hasta el segundo piso y cuando voy a poner la mano en el picaporte de la puerta que da al balcón desde donde se accede a los cuartos de Uruguay siento otra vez el ´clac` de la ametralladora amartillándola.

En ese instante, el uruguayo se queda duro. “Le explico que ahí es donde está la delegación uruguaya. No me cree, insisto y le digo que mire. Me hace abrir la puerta y encañonándome de costado, saca la cabeza por el balcón y se cerciora. Me pone el caño de la metralleta en la espalda y me empuja hacia el balcón, a la vez que me dice en inglés algo que interpreto como que: ´vaya a buscar la identificación y vuelva`. Camino despacio hacia el cuarto de los ciclistas que queda casi al otro extremo. Me sigue apuntando desde la puerta. Toco el timbre en el cuarto de (Ildefonso) Soler y me abre después de unos instantes que me parecen eternos”.

Parmigiani le relata a Soler lo ocurrido. El técnico de los ciclistas le dice que todo se deba seguramente a un robo. “Estoy sumamente nervioso, tiemblo de pies a cabeza. Son las 6.20. Me tiro en una manta y todos (los ciclistas) se vuelven a dormir. Me pasan mil diferentes ideas y el ´Gordo` (Torrens) no sé donde está, pero no puedo salir a avisarle. Que sea lo que Dios quiera”.

“A las 8.00 golpean, vuelvo a temblar. Es (el boxeador Jorge) Acuña que avisa que el edificio está en manos de guerrilleros árabes que han entrado en los cuartos de los israelitas, parece que hay muertos. Se prohíbe salir a todo el mundo. Ahora hay gente mirando desde los alojamientos de enfrente y se puede ver, sacando la cabeza, al capo tiznado con la metralleta que se asoma por la puerta del balcón. Por las dudas los ciclistas deciden tomarse los vientos por el otro lado del edificio que no hay nadie. Salimos de a uno. Creo que nos ven pero no importa. Me voy al frente, me encuentro con Raúl (Torrens) y (la deportista) Josefa (Vicent). Abrazos, estaban superpreocupados”.

Ver el artículo principal: "Cuando el terrorismo tiñó de rojo la blanca bandera olímpica"

Cuando el terrorismo tiñó de rojo la blanca bandera olímpica


Funeral en honor a los deportistas israelíes asesinados

Once atletas israelíes, que compartían el pabellón con los uruguayos, fueron asesinados hace 30 años por guerrilleros palestinos


Por Martín Kalenberg

Publicado originalmente en el Semanario Búsqueda el 29 de agosto de 2002



El veterano atleta negro estadounidense Jesse Owens, a quien el dictador alemán Adolfo Hitler se negó a entregarle cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, llora desconsoladamente en el Estadio Olímpico de Múnich durante los Juegos de 1972. Para él, Alemania es otra vez un sinónimo de dolor.

Es el miércoles 6 de setiembre, y el principal estadio muniqués está colmado por 80.000 espectadores. Al igual que Owens, todos lloran. Unas horas antes, ocho terroristas palestinos del movimiento “Setiembre Negro” habían asesinado a 11 deportistas israelíes luego de haberlos secuestrado.

Los palestinos entraron a la Villa Olímpica el martes 5 en la madrugada con bolsos repletos de granadas, ametralladoras y pistolas. Apenas coparon el cuarto de los hebreos, mataron a dos israelíes que intentaron resistirse: el referí de lucha, Moshé Weinberg (33 años), y el levantador de pesas, Joseph Romano (32). 

Los guerrilleros exigieron la liberación de 200 terroristas árabes que estaban presos en Israel y un avión para escapar con los secuestrados hacia algún país árabe. Luego de intensas negociaciones, el gobierno alemán cedió a los terroristas un helicóptero para que se trasladaran hacia el aeropuerto militar de Furstenfeldbruck. Los francotiradores alemanes que esperaban a los guerrilleros no pudieron resolver la situación. 

Asesinaron a seis de los terroristas, pero los dos que quedaron con vida contrarrestaron lanzando una granada al helicóptero donde estaban los nueve rehenes israelíes: los luchadores Eliezer Halffin (24) y Mark Slavin (18), los pesistas Zeev Friedman (28) y David Berger (28), el entrenador de tiro Kahat Shor (53), el juez de lucha Joseph Gottfreund (40), el esgrimista Andrei Schpitzer (27), el entrenador de atletismo Amitzur Shapira (40) y el entrenador de levantamiento de pesas Yaakov Springer (50). Murieron todos.

Los uruguayos, que compartían el pabellón olímpico con los hebreos, también estuvieron en peligro. Uno de ellos, el remero José Antonio “Patón” Fernández, fue interceptado por un terrorista que llevaba una granada en su mano, mientras que Carlos Parmigiani, un uruguayo de 32 años, quién permaneció sin autorización alojado en el subsuelo de la Villa, estuvo a punto de ser fusilado por los palestinos.

Para la revista francesa “Paris Match”, los deportistas uruguayos no ayudaron a los israelíes. “Corrí como un loco hacia el pabellón vecino y di golpes a la ventana de los miembros de la delegación uruguaya: debí haberles dado miedo porque se negaron a abrirme”, dijo Tuviah Sikolovsky, uno de los hebreos que logró escapar de la habitación en el momento del secuestro. Además, la revista acusó a uno de los deportistas uruguayos, aunque no lo identificó, de haber visto a un guerrillero con revolver en mano presto a iniciar su acción e irse a dormir sin decir nada. El artículo “es una infamia que raya en la difamación”, afirmó a “El Día” en 1972 el delegado de natación celeste, Julio César Maglione, quien actualmente preside el Comité Olímpico Uruguayo (COU).

Maglione señaló a Pulso que “nadie sabía lo que pasaba” ya que todos los uruguayos estaban durmiendo. Después de los Juegos de Múnich, “se fueron acentuando las medidas de seguridad en las competencias olímpicas con costos multimillonarios. La seguridad de Atenas 2004 va a costar 600 millones de dólares”, reveló.

La nadadora Felicia Ospitaletche se enteró del secuestro de los deportistas israelíes a las 10 de la mañana cuando se encontró con Maglione. “Me dijo que mi padre había llamado desde Uruguay porque estaba preocupado por mí”, recordó.

Carlos Parmigiani, estuvo —según sus palabras— “de colado en la Villa Olímpica”. El estudiante viajó a Europa con un conocido, Raúl Torrens, que suponía que un viejo violín heredado de su padre era Stradivarius, y quería venderlo en Europa. Además, Parmigiani era amigo de algunos integrantes de la delegación uruguaya como los atletas Josefa Vicent y Darwin Piñeyrúa.

Los compañeros de viaje llegaron a la Villa el domingo 3 de setiembre a la mañana. La delegación —salvo el médico Julio Ekroth— se había ido de paseo. Ekroth, que era amigo de la madre de Parmigiani, le hizo un pase a los dos jóvenes. Sin embargo, los amigos pretendían quedarse por más días. El jefe de la delegación, el coronel Justo Orozco, se oponía tajantemente a ello, por lo que Torrens y Parmigiani debían buscar una solución.

Decidieron alquilar una camioneta combi, similar a la que utilizaba la delegación uruguaya. Finalmente, pudieron ingresar al subsuelo de la Villa, donde estacionaron la camioneta (ver nota aparte).

Fernández, quien comenzó a practicar remo desde los 14 años, recordó que integró como suplente la delegación uruguaya de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. Tenía 29 años y compartía la habitación con Ekroth y con el traductor de la delegación Luis Friedman. El remero dijo a Pulso que “muchas veces que salía del apartamento veía que en el borde de una fuente cercana habían unos muchachos, con todas las características de los fedayines (terroristas árabes), jugando al backgamon”. En cierta ocasión, Fernández encontró en la cocina del pabellón uruguayo “a uno de estos muchachos”, y cuando le preguntó lo que estaba haciendo, este le contestó: “fruit, fruit` (fruta, fruta)”. Para el remero, el joven era uno de los terroristas que “estaba controlando (el lugar) y viendo todo el movimiento que había”.

El 5 de setiembre Fernández se levantó temprano y fue detenido al intentar subir de la planta baja al primer piso. “Me encontré con una persona vestida con un saco y un pantalón blanco, una gorra y la cara pintada con carbón que me impedía subir”, señaló. En determinado momento, el terrorista, que “llevaba una granada en la mano” le quitó al remero la llave de su habitación y le dijo que lo siguiera. “Fuimos a mi habitación y me hizo señas que entrara y no saliera más”, recordó.

El ciclista Elbio Tardaguila, de 29 años, se opuso desde un principio a alojarse con los atletas israelíes. “¿Por qué antes de aceptar este bloque de hospedaje no tratás de cambiarlo?. Fijate que en Israel están en guerra”, le advirtió al técnico de los ciclistas, Ildefonso Soler.

Según Tardaguila, los terroristas “barrieron a los israelitas que se tiraron al suelo porque estaban armados, mientras que a los que se quedaron quietos los dejaron con vida”. El ciclista se despertó con los balazos pero pensó que “eran los alemanes que estaban trabajando en la Villa”. Posteriormente, Tardaguila le dijo a su compañero Jorge Juckich: “Vámonos de acá. Estos tipos (los terroristas) entraron muertos, y no van a salir con vida”. El ciclista quería tirarse por el balcón, ubicado en el primer piso, hacia la planta baja. “Prefería quebrarme antes que me mataran”, confesó.

Para Ekroth, la Villa Olímpica estaba bien vigilada pero “los alemanes fallaron por un exceso de civilismo”, pues “quisieron borrar la imagen militarista alemana” (de la Segunda Guerra Mundial).

El médico rememoró que “al otro día del secuestro y asesinato de los israelíes se hizo un funeral laico en el estadio olímpico en el que participó la Orquesta de Baviera. Había un silencio de ultramuerte porque estaba todo el mundo golpeado”. Ekroth estaba sentado al lado de un delegado israelí que no lo habían matado porque la noche anterior al acto terrorista había participado en una reunión de dirigentes. “De pronto, el hombre se paró, cambio de color, se quejó, y murió de un infarto”, recordó. Después del acto recordatorio, “los Juegos siguieron con poco espíritu olímpico”, puntualizó.

Los Juegos se habían quedado sin espíritu ni alma. El terrorismo y la maldad habían triunfado sobre el deporte, enterrado bajo tierra, aunque sin ceremonia fúnebre
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