
La música fue siempre una gran compañera del pueblo judío. En sus tristezas y alegrías, en las conmemoraciones nacionales, culturales y religiosas, las melodías siempre constituyeron un actor principal.
Es por ello que a través de la música y los instrumentos podemos comprender, al menos parcialmente, la historia del pueblo judío.
Pero el de Gustavo Perednik no es un libro de música; por lo menos no sólo de música. Es una obra que estudia los momentos clave en la historia del pueblo judío, a través de ciertos episodios que el autor considera trascendentes para entender el pasado, el presente y el futuro judío.
Encrucijadas y crisis que producen como consecuencia la vida o la muerte, el caer y el volver a levantarse, la independencia y el ser dominado, el ser expulsado y el ser reconocido como ciudadano, el abandono de la religión o el acercamiento a ella.
Las encrucijadas van de la mano con las crisis.
Y las crisis, a veces, son el prólogo para los cambios y los nacimientos. Las terribles crisis de fe que se generaron en Polonia y Rusia luego de los pogromos (1648-1654) de Bogdán Chmielnicky, quien lideró el levantamiento cosaco contra Polonia y Lituania, y de la aparición del falso mesianismo de Shabetai Tzvi (quien en el año 1666 se convirtió al Islam), fueron superadas merced al surgimiento del movimiento jasídico.
El jasidismo, con su visión aperturista y popular, acercó al judío analfabeto a las escrituras y promovió la idea de que hay más de un camino para relacionarse con Dios; su líder, conocido como el Baal Shem Tov, fue quien revolucionó la forma de ver y vivir el judaísmo.
También los movimientos nacionales judíos surgieron a partir de crisis.
El caso Dreyfus, al cual el autor le dedica un capítulo, motivó la rebeldía del periodista Teodoro Herzl, un judío austríaco asimilado quien se constituyó en el padre fundador de Israel. Los gritos de la multitud que proclamaba “muerte a los judíos”, a la salida del tribunal donde se juzgaba al capitán del ejército francés, Alfred Dreyfus, desencadenaron en Herzl una serie de pensamientos que lo llevarían a concluir que la única solución para el antisemitismo reinante en Europa era la creación de un estado judío.
Al ver a un egipcio golpear a un hebreo, Moisés se rebeló como lo haría Herzl milenios más tarde.
Según el autor este hecho le permitió a Moisés, líder hebreo y profeta por excelencia del pueblo judío, “consolidar su conciencia nacional”.
Alemania y España, al igual que Francia y Egipto, fueron una especie de “despertadores” para la conciencia judía. Alemania, mediante los pogromos ocurridos durante los años posteriores a la peste negra (1348-1350), prólogo para la Shoá que tendría lugar casi 600 años más tarde y, España, a través de la Inquisición, que también tocó tierras uruguayas, y fue el caldo de cultivo de un odio que aún hoy se manifiesta.
El libro también abarca los tiempos de paz y la amistad con otras naciones que cosechó el pueblo judío. Seguramente la menos conocida y la más intrigante sea la amistad sino-judaica. Es interesante, tal como lo señala el autor, que los chinos sean mencionados en el libro de Isaías (Biblia hebrea; dentro de la sección de los Profetas): “He aquí que vendrán de lejos: del norte, y del oeste, y de la tierra de Sinim” (chinos en el hebreo moderno).
El Maharal de Praga, rabino renacentista vinculado a la leyenda del Golem, sustenta en esta profecía “su opinión de que las Diez Tribus Perdidas habían llegado al Nuevo Mundo vía China”, dice el autor.
El de Perednik es un recorrido por la historia judía, por la supervivencia de un pueblo que se ha caracterizado por ser de “dura cerviz” (am kshei oref; Éxodo 34:9; en las propias palabras de Moisés), un pueblo testarudo y caprichoso que supo, en los momentos de crisis, superar la destrucción y el abatimiento, y en los momentos de esplendor conservar la humildad.
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