26 dic 2022

La rabina

Un cuento corto escrito por Martín Kalenberg


Dalia Valladares era una reconocida rabina israelí, que soñaba con ser la primera mujer en integrar un tribunal rabínico.


Tenía 75 años de edad y una vida llena de logros, metas académicas, profesionales y personales que había alcanzado.


Aun cuando se consideraba una liberal, tenía en claro que convertirse en una jurista religiosa no iba a ser una tarea sencilla, ya que ese era un rol pensado por y para los hombres.


En particular, Dalia quería hacer justicia con aquellas mujeres y hombres que hacía años esperaban para divorciarse, pero no lo habían conseguido por la tosquedad, en el mejor de los casos, o por la maldad de sus cónyuges.


Eso mismo le había sucedido a ella, cuando ya siendo madre de una pequeña hija, se había divorciado de su marido.


Este, un prepotente que solo quería hacerle daño, no le concedía el divoricio con el único fin de angustiarla, pero Dalia —al igual que Messi y sus compañeros— no se había dado por vencida y, finalmente, había logrado desprenderse de aquel malnacido.


Sabía que debía estudiar mucho para obtener el título de jueza, ya que a ella le exigirían más que a los demás, incluso debería viajar a distintas partes del mundo (también a su querida Buenos Aires) para especializarse, realizar prácticas e investigar sobre el tema.


Mariano, un primo de Dalia, era un ferviente ortodoxo que no compartía el hecho de que ella fuera rabina, y montó en cólera cuando se enteró que quería tener la potestad para dirimir pleitos religiosos.


Dalia, con toda la paciencia del mundo, le explicó que esa era su vocación, y que ayudaría a todo aquel que lo necesitara, fuera mujer u hombre, y que le cobraría a cada cual según fuera su capacidad económica.


“No es justo que estemos sometiendo a gente de bien a la crueldad de otros”, le dijo Dalia. Además, el argumento de “y vos qué apuro tenés para divorciarte, si no te vas a volver a casar es perverso”, sentenció.


La rabina le recordó a su primo el episodio ocurrido en la final del Mundial 2006 entre el francés Zinedine Zidane y el italiano Marco Materazzi, cuando el galo agredió físicamente a su rival luego de ser provocado por este.


“Los provocadores muchas veces se salen con la suya. La gente le termina creyendo a ellos”, dijo Dalia. “Ves, Mariano, lo mismo pasa con los divorcios. Basta con que una de las dos partes invente una historia creíble para que se la traguen”.


Mariano seguía sin coincidir en nada con su prima, pero aceptó que estuvieran conectados vía la red laboral LinkedIn. Dalia le dijo con ironía: “veo que avanzamos”.


En ese momento, apareció el galeno Arnoldo impecablemente trajeado. Quiso intervenir en la conversación, pero no lo dejaron. Hombre perseverante, si los hay, quería dar su postura como hombre racionalista y agnóstico.


“Esto no tiene ningún sentido. Hombres y mujeres pueden y deben estudiar y ejercer el oficio que ellos elijan. Al final, los hermanos Marx tenían razón: ´la religión es el apio de los pueblos`”, dijo con su fino sentido del humor.


Todos rieron y reflexionaron al unísono: “el humor salvará al mundo”.


22 dic 2022

La amenaza

Un cuento corto escrito por Martín Kalenberg


Sandra era hija única. Tenía 8 años y pasaba con su padre, Ildefonso, un fin de semana por medio en el pequeño apartamento de la calle Julián Menéndez.


La niña le tenía mucho miedo a la oscuridad y le preocupaba el hecho de que no hubiera cámaras en el viejo edificio del barrio Pinerolo.


Su padre la tranquilizaba mediante una aseveración que a ella la hacía reír tanto como la tranquilizaba: "si alguien entra a esta casa, lo voy a cagar a piñazos y lo voy a echar a patadas en el culo".


El principal causante de estos traumas era Bernardo, un vecino de la madre de la niña, que tenía amenazados al padre y a su hija, un odio alimentado por las calumnias esparcidas por Mariana, la ex esposa de Ildefonso.


La precaución que Ildefonso y Sandra habían tomado era cerrar, al irse a dormir, la única ventana y puerta del apartamento, pero aun así vivían preocupados.


Los fines de semana que compartían transcurrían entre juegos de naipes y de caja, ricas comidas, películas y también YouTube.


El vínculo entre padre e hija se había ido afianzando con el paso del tiempo, pero aún la pequeña extrañaba mucho a su madre cada vez que se separaba de ella.


Ildefonso hacía todos los intentos para que Sandra no extrañara y, generalmente, lo lograba, aunque no se trataba de una tarea fácil.


El juego infantil de Sandra hacía que su padre se preocupara por el crecimiento intelectual de la niña, pero los psicólogos le decían que era un comportamiento normal ante una situación de crisis e incertidumbre como lo era una separación.


Era un sábado de noche, cuando después de escuchar y bailar Waka Waka, la canción oficial del Mundial de Sudáfrica 2010, ambos decidieron que ya era hora de irse a dormir.


Apenas habían pasado las 22:00 de una cálida noche de enero y el aire acondicionado estaba prendido a todo lo que daba. Sandra se fue a su cuarto e Ildefonso al suyo. Ambos estaban muy cansados.


De pronto, en medio de la noche, se oyeron pasos en el cuarto piso del antiguo edificio. Ildefonso, casi como un zombi, se acercó a la puerta, vio una sombra y se asustó.


No quería que Sandra se despertara, por lo cual se manejó con mucho sigilo. Supuso que era el corpulento Bernardo quien los estaba acechando.


Pasaron unos minutos, que fueron de mucha tensión para Ildefonso, cuando el violento de Bernardo empezó a derribar con un hacha la puerta de entrada al departamento.


La lucha fue encarnizada. Ildefonso recordó todas las enseñanzas del profesor de lucha Llubito Ferro (como Óscar, el exarquero aurinegro) y se defendió como un león para después contraatacar.


Finalmente, con un gancho de derecha, Ildefonso pudo noquear a su rival y enemigo. En ese momento, Sandra se despertó y corrió para abrazar a su papá.


El calvario había terminado.


19 dic 2022

El acosador

Haydé ya no lo soportaba más. El acoso de Jerónimo se volvía cada vez más violento. Le insistía, durante cada noche del año, en que quería salir con ella a tomar un trago y luego continuar la velada en su casa escuchando buena música y tomando una Amarga Vesubio.


Ella estaba en pareja con Ildefonso, luego de haber vivido un complicado divorcio en el cual sus cuatro pequeños hijos habían sido las principales víctimas.


Jerónimo era un ochentón al que le gustaban las cuarentonas. Había enviudado hacía cuatro años, y luego del primer año del fallecimiento de su esposa se había propuesto conseguir una nueva pareja.


Este hombre, un ateo devenido en místico religioso, apuntaba a mujeres piadosas, que iban a misa todos los domingos.


En sus años de soledad había recurrido con insistencia a su hábil mano derecha, pero la satisfacción obtenida no le era suficiente, así que comenzó su cacería de chicas.


Su insistencia era tal que muchas lo tildaban de “pesado”. Pero con Haydé  la cosa era distinta. Estaba obsesionado con ella. La atomizaba día y noche.


Ildefonoso, el joven novio de Haydé, volaba de furia. Había decidido ayudar y apoyar a su pareja en todo, pero sin enfrentar a Jerónimo, teniendo en cuenta la edad, el poder económico y las influencias del acosador.


Pero un día el asunto pasó a mayores. Haydé paseaba como todas las noches con su gato Victorino, ataviado con los colores del Nacional de Montevideo, cuando fueron interceptados por el viejo Jerónimo, quien empujó a su víctima contra una pared.


Haydé no sabía cómo liberarse, y aunque Victorino hacía lo posible por ayudarla, la fuerza del viejo verde era la que prevalecía.


La mujer recordó sus experiencias en la academia Good Gym, donde había aprendido un arte marcial criollo: el denominado taladro. Golpeó con precisión y fortaleza los envejecidos testículos de su agresor y se lo sacó de encima.


El exateo la persiguió de forma furibunda. “A qué velocidad corre este reverendo hijo de puta”, pensó Haydé mientras huía con todas sus fuerzas, como nunca antes lo había hecho.


La persecución fue de alto voltaje hasta que Haydé pudo entrar a su edificio y librarse —al menos por un tiempo— del viejo acosador.


Enseguida llamó a su novio. El temperamental Ildefonso trató de mantener la calma, aunque le fue muy difícil. Tenía ganas de golpear a Jerónimo, aunque sabía que con ello no lograría nada.


El joven habló con su confidente: el galeno Arnoldo. El médico, un hombre vehemente pero más tranquilo que su amigo, le recomendó hablar con los hijos del anciano, ya que quizás ellos pudieran ayudar.


Ildefonso y Haydé se reunieron con Mario y Adriana, quienes defendieron a su padre a capa y espada. Tildaron a Ildefonso de beodo, holgazán e inútil y no escucharon el relato del sufrimiento de la señora de las cuatro décadas.


“A veces el diálogo no conduce a nada”, reflexionó Ildefonso. Para distender el ambiente, Haydé lo invitó a ver la divertida comedia de enredos árabe “Alma mía” y le propuso ahogar sus penas en una Guaraná dietética.


“Tratemos de olvidarnos de esto, al menos por un rato”, le dijo ella a él. Lo miró con sus ojitos tristes pero esperanzados. Ambos se fundieron en un cálido abrazo, al cual se sumó el felino Victorino, quien era para ellos el hijo que nunca habían podido tener.

4 dic 2022

Estas y aquellas. El valor del disenso

Patricia era una compañera de facultad. Mujer, feminista, emepepista, no judía, no creyente, hincha de River y del barrio Peñarol.

¿Qué teníamos en común? Absolutamente nada. De hecho, se podría decir que nuestras ideas estaban en las antípodas. Lo interesante es que siempre intentábamos dialogar, aun en el desacuerdo (lo cual era lo más común).

Recuerdo que cierta vez un periodista argentino vino a dar una charla sobre el régimen castrista en el teatro del diario El País en la Plaza Cagancha.

Patricia no quería escuchar lo que este reportero fuera a decir sobre la dictadura cubana. Le dije que tenía que oír sus argumentos y así saber como contrarrestarlos, así como yo debería escuchar a un conferencista propalestino.

Así como quería compartir una clase con compañeros que pensaran diferente (cosa que me aportó en lo humano, en lo académico y en lo profesional) también pienso que una comunidad/sinagoga tiene que estar compuesta por personas que piensen diferente y así lo puedan manifestar públicamente mediante charlas, debates o intercambios de ideas, sin temor a ser censuradas por ello.

De lo contrario, caeríamos en una problemática que planteó con gran claridad el rabino ortodoxo moderno israelí-holandés Nathan Lopes Cardozo: hay personas con las que no puedo rezar, pero sí puedo hablar. Sin embargo, hay con quienes puedo rezar, pero no puedo hablar.

Esta es una de las grandes problemáticas judías, la cual podemos evitar si tan solo seguimos el dictamen talmúdico (Eruvin 13b): “estas y aquellas son las palabras del Dios viviente”.

Esta sentencia talmúdica prácticamente solo es tomada en cuenta por las corrientes liberales del judaísmo religioso y se ha convertido en su caballito de batalla y leit motiv, pero es ignorada por parte de la ortodoxia, incluso la moderna.

El “estas y aquellas”, referido a las enseñanzas y dictámenes de las escuelas de Hilel y de Shamai (comienzos de la Era Común), enfatiza en que es loable que haya más de una posición respecto a un tema.

De hecho, la jurisprudencia judía siempre ha conservado las opiniones no aceptadas en cierto momento histórico, ya que quizás en el futuro puedan ser relevantes para resolver cierto problema.

Con “estas y aquellas” mantenemos vivo a Dios y al debate e interés por lo judío, despertamos la curiosdad de los chicos y los jóvenes en lugar de transmitirles un dogma. Dios vive en y gracias a nuestro debate.

De hecho, el judaísmo es lo más antidogmático que hay. Lo más parecido a un dogma son los 13 principios de fe del pensador, legislador y médico Moisés Maimónides (1138-1204).

Cuando obviamos el debate ganan la intolerancia y los agravios.

Justamente, a principios de julio de 2022, en ocasión de la presentación del nuevo libro del dos veces expresidente doctor Julio María Sanguinetti, el historiador Gerardo Caetano se refirió a la cultura de agravios propia de la actual política uruguaya en esta época de las redes sociales.

Cuando obviamos el debate, ganan la ignorancia y el chisme. De hecho, hay un versículo bíblico en el libro de Levítico (19:16) en el cual se estipula que no hay que estar entre los “chismosos de Israel”. Lo interesante es que ese versículo sigue con el texto “no te quedarás parado (inmóvil) ante la sangre de tu hermano. Yo soy Dios”.

La pregunta es: ¿cuál es el vínculo entre la primera y la segunda parte de este versículo, las cuales parecen inconexas?

Entiendo que cuando caes en el chisme, el agravio, la calumnia y el rumor, te dejaste de preocupar por la sangre de tu hermano, por su bienestar físico y emocional.

También dejaste de dialogar e intercambiar ideas con él porque tus intereses están centrados en asuntos banales y vulgares. Por tanto, sos indiferente ante sus ideas y pensamientos.

La falta de debate es el nuevo tzaraat, una enfermedad bíblica (comparada por algunos a la lepra) que atacaba no solo la piel de la persona, sino también a sus posesiones materiales.

Al enfermo de tzaraat se lo conocía como el metzorá, definido por la exégesis judía como aquel que de su boca solo salen palabras oprobiosas sobre sus semejantes.

Cuando caés en el agravio en lugar de dar el debate de ideas, te enfermás de tzaraat, y no solo vos, sino también todo lo tuyo.

Para contrarrestar los discursos hegemónicos, sean los liberales o los ortodoxos, no queda otra que dar el debate de ideas, aunque quienes no aceptan el disenso te vayan a calificar de reaccionario o de hereje.

18 sept 2022

Reb Najman el Shojet: primer líder religioso del judaísmo uruguayo

Basado en el libro Albores del judaísmo en el Uruguay del escribano Israel Nemirovsky.

A la memoria de Marcelo Blaj (ZTL).

Pasaron más de 100 años desde que la comunidad judía uruguaya tuvo su primer líder espiritual, matarife y mohel (circuncidador). Montevideo era otro. El mundo era otro. Y el judaísmo (uruguayo) era el mismo que hoy día, pero sin smartphones.

Reb Najman el Shojet, tal como se conocía a Najman Nemirovsky, vivía en ese Goes que empezaba a albergar a la naciente comunidad judía de Montevideo, junto a otros barrios como el Centro, la Ciudad Vieja, el Paso Molino y el Cerro.

Tuvo una vida de muchas dificultades económicas, pero aun así él y su mujer criaron a siete hijos de los cuales al menos dos de ellos fueron reconocidos profesionales universitarios: el escribano Israel Nemirovsky, primer notario judío graduado en Uruguay, y el doctor Pascual Nemirovsky, uno de los primeros médicos judíos del país.

Su aventurera historia comenzó en 1914 cuando se mudó desde Buenos Aires a Montevideo luego de renunciar a la sinagoga bonaerense donde trabajaba, ya que en Yom Kipur se utilizaban unos papelitos para indicar lo que cada feligrés quería donar, y esto no era correcto a los ojos de Najman quien -según relata su hijo- era muy estricto con las cuestiones vinculadas a la ley judía.

Está claro que en la actualidad Najman no podría participar de los servicios religiosos de Kipur de ninguna comunidad judía uruguaya.

Esto me recuerda la historia del Talmud que nos relata (Menajot 29b) que Dios transportó a Moisés desde el monte Sinaí hacia el futuro, en una especie de máquina del tiempo, a visitar la academia de estudios de Rabí Akiva.

Pero Moisés no entendía las interpretaciones (innovaciones) que el maestro estaba compartiendo en su academia hasta que Akiva dijo a sus alumnos: “esta es la ley que Dios transmitió a Moisés en el Sinaí”. Y eso lo calmó.

Pero, además de lo referido al día de Kipur, ¿qué pasaría si Reb Najman se trasladara desde 1922 a este 2022 y entrara a alguna de las sinagogas que hay en Montevideo?

Probablemente habría rituales que no entendería, tales como la oración por la paz y bienestar del Estado de Israel o por sus soldados, ni comprendería la forma moderna de vestirse de hombres y mujeres, y si entrara a la NCI aun más sorprendido estaría al ver a integrantes de ambos géneros sentados juntos rezando.

Profesiones indecentes

Cuatro años después de que Najman llegara a Montevideo, en el año 1918, arribaron a Uruguay dos bailarinas judías junto a su madre para actuar en varias salas teatrales montevideanas.

Una de las dos gemelas enfermó gravemente y luego de pocos días falleció. En ese momento se generó el debate acerca de qué lugar debía ocupar en el cementerio una persona que desempeñaba una actividad tan poco decorosa para la concepción de decoro que se tenía en aquella época.

Más allá de la súplica de la madre de la joven, Najman le indicó que debía sepultarla contra la pared que dividía el espacio entre la Jevra Kadisha (hoy Kehilá), Nueva Congregación Israelita (NCI) y la Mutualista Israelita del Uruguay, tal como se hacía con quienes cometían suicidio.

Nemirovsky relata que varias décadas después de este entierro, un furibundo temporal destruyó ese infame muro haciendo justicia con aquella infortunada bailarina.

Pocos judíos, muchos problemas

El escribano recuerda las preocupaciones de su padre al llegar a Uruguay debido a la poca cantidad de judíos religiosos que había en Montevideo (¿les suena conocida la historia?), y porque su conocimiento estaba vinculado a la ley (religiosa) judía, a la matanza ritual de animales, y a circuncidar bebés.

El armado del minián (quorum mínimo de 10 hombres judíos que la ley ortodoxa exige para rezar) era otro de los problemas, ya que estaba compuesto por judíos que debido a su precaria situación debían trabajar durante muchas horas al día, y por ello comenzaban las plegarias a las 6:45 de la mañana.

En ese primer minián, y al igual que siempre ocurrió, además de rezar se había generado un grupo de camaradas en el cual Najman hacía las veces de psicólogo. Los feligreses vivían muchas penurias en el día a día y tenían serias dificultades para llegar a fin de mes.

Uno de ellos, Itzjak Peterburg, compartía con los demás congregantes los sueños que tenía. Era como si en la noche se le revelaran secretos que necesitaba compartir con su compañeros de rezos, pero que muchas veces los aludía negativamente de forma indirecta, lo cual mucho molestaba a estos.

Y aunque, cada tanto, lo expulsaban de la sinagoga, a los pocos días volvía a aparecer con sus relatos oníricos.

Matarife ritual y la merienda del día de Kipur

Reb Najman también fue matarife ritual. Su hijo, ya de mayor, recuerda el horror que vivió de niño cuando su padre lo llevó a observar cómo degollaba un cordero y confesó que 60 años después seguía rememorando aquel episodio.

El reparto de carne kasher era agotador. Según relata el escribano, durante largas horas todos los días hábiles que marca la semana judía, él y su familia transportaban los pedidos a pie a los barrios más cercanos para ahorrar el poco dinero que tenían, lo cual los dejaba exhaustos al finalizar la jornada.

Pero también había caminatas agradables. Estas tenían lugar en Yom Kipur y eran una aventura para los pequeños Nemirovsky quienes cargaban el manto ritual de su padre en su periplo desde Goes hasta el Centro donde funcionaba la improvisada sinagoga para los rezos del Año Nuevo y el Día del Perdón. En el camino se iban encontrando con otros congregantes que compartían su derrotero.

A primera hora de la tarde, la sinagoga se empezaba a vaciar puesto que los feligreses se dirigían a los diferentes bares céntricos a ingerir una merienda, lo cual llamaba mucho la atención a los baristas del barrio.

Tal es es así que preguntaban: “¿hoy es el día en que los judíos no pueden comer en sus casas?”.

Encontronazos por una Torá y por unas elecciones comunitarias

El primer Sefer Torá llegó a Montevideo desde Buenos Aires en manos de Abraham Boksar, un judío religioso que vivía en Uruguay, y costó 50 pesos de oro.

Sucedió que un grupo de oponentes a los seguidores de Najman robaron la Torá de la casa de uno de los adeptos al primer guía espiritual y se la llevaron al domicilio de uno de los integrantes del otro grupo.

Pero ninguna de las dos agrupaciones llegaban por sí mismas a constituir un minián, por lo que era irrelevante quien tuviera el rollo de la ley.

El shojet, acompañado por uno de sus feligreses, fue a la casa de José Katz, quien había hurtado la Torá recién adquirida. Integrantes de ambos bandos estuvieron a punto de tomarse a golpes de puño hasta que Boksar dijo en un español que hoy día no se habla en Uruguay: “Quien ose tocar al shojet es hombre muerto”.

Najman se llevó el rollo de la ley e indicó a todos los involucrados en el tema que el enfrentamiento había terminado y que al otro día se reunirían todos para conformar el minián de siempre, y así fue como sucedió.

En el año 1920 se produjo un conflicto en el marco de las elecciones de la Jevrá Kedushá Ashkenazit (fundada en 1918 y antecesora de la actual Kehilá) para integrar su Comisión Directiva.

Salvador Waksman, quien había triunfado encabezando la lista 1, no fue ungido como presidente por solicitud de un determinado número de socios que consideraba que debía de llevarse adelante una asamblea para elegir a las nuevas autoridades.

En julio de ese año Waksman, disconforme con la decisión adoptada, se presentó a la justicia civil para que dirima a quien le asistía la razón.

El juez de la causa consultó si había algún dirigente religioso judío en Montevideo. Finalmente, se reunió con Najman para consultarle acerca del conflicto y preguntarle cuál -a su entender- debería ser la solución.

Ante el juez, ambas partes acordaron nominar a una Comisión Extraordinaria -presidida por el shojet, según la recomendación del magistrado- con lo cual se zanjó el diferendo.

Reb Najman también fue el primero que se ocupó de que hubieran matzot para ingerir durante la festividad de Pesaj (producía entre 700  y 800 kilos de matzá en un proceso que hoy llamaríamos artesanal y rudimentario).

Líder por vocación, luchó frente a los molinos de viento del judaísmo rioplatense, y logró imponerse frente a ellos.

Lidió y ayudó a inmigrantes europeos pobres, tales como él, que ni siquiera hablaban bien el español ni conocían las costumbres y cultura uruguayas.

Su memoria y la de toda la judería de principios del 900, artífice de nuestro presente, debe ser recordada siempre.

17 ago 2022

No seamos rinocerontes

“Recordando la pieza de teatro de Ionesco: siempre hay rinocerontes”. Con esa brillantez y dureza el Dr. Eduardo Pons Etcheverry dejaba casi sin palabras a los defensores de la dictadura militar, en el recordado debate de noviembre de 1980, cuando el país discutía si perpetuar el autoritarismo o transitar el camino hacia la democracia.

Casi dos décadas antes de este debate, el crítico teatral israelí Asher Nahor, luego de presenciar la presentación de la obra de teatro Rinocerontes del autor rumano Eugene Ionesco, había acuñado el término hitkarnefut (rinocerontización en español, aunque es un neologismo acuñado por mí), el que pasó a formar parte del idioma hebreo connotando a todos aquellos que siguen una opinión mayoritaria, abandonando sus propias ideas, por temor a ser aislados (o peor aún, agredidos) por la masa.

¿Y qué pasa en el judaísmo? ¿Hay una sola voz o hay varias? ¿Es bien visto el debate de ideas?

El Talmud, en el tratado de Baba Metzía (84a), nos trae una historia fascinante: la de Rabi Iojanan, uno de los grandes exégetas talmúdicos (de los Talmud babilonio y del jerosolimitano), y Resh Lakish, un bandido de caminos que, luego de conocer a Iojanan y casarse con su hermana, se había dedicado al estudio convirtiéndose en un experto de la ley judía.

Era una encomiable pareja de estudio hasta que un día, en el medio de una acalorada discusión, Yojanan le recordó a Lakish su pasado criminal.

Luego de este episodio, Lakish enfermó gravemente. Su esposa, la hermana de Yojanan, le pidió a este que rezara por la salud de Lakish, pero se negó.

La muerte de Lakish conmovió y afectó a Yojanan. Los rabinos de la época, al ver su sufrimiento, le consiguieron otra pareja de estudios, Elazar ben Pedat, quien asentía todo lo que decía su maestro en lugar de contradecirlo tal como hacía Lakish.

Ahora fue Iojanan el que se enfermó, cansado de que nadie lo contradijera, de haber perdido a un compañero de estudios de primer nivel con el cual se generaban nuevas ideas surgidas de su fructífero intercambio (en definitiva, surgía una tercera opinión que sintetizaba la de ellos dos).

En el episodio talmúdico conocido como “El horno de Ajnai” (Baba Metzia 59) se nos muestra el autoritarismo de Rabi Ieoshúa, heredero de la escuela de Hilel, quien proscribe a Rabi Eliezer por oponerse a una opinión de él y de sus aliados.

En definitiva, a Eliezer y a sus colegas les molesta que los contradigan, y por ello, además de prohibirlo, ordenan borrar todas las enseñanzas que Eliezer produjo en el pasado, eliminando así toda y cualquier tipo de memoria sobre él.

Esta proscripción enluta al más conocido de los hermeneutas judíos, Rabí Akiva, quien se viste de negro para anunciar a Eliezer su expulsión de la academia.

Lo curioso en este debate es que aparece una bat kol (voz divina) afirmando que la razón le corresponde a Eliezer, ya que él era el experto en la materia. ¿Qué pasa cuando la opinión minoritaria es la experta?

Según Ieoshúa esto es intrascendente, ya que le responde a Dios (citando un versículo bíblico): “la Torá no está en el cielo”, a lo que Este le contesta con una sonrisa: “Mis hijos me han vencido”.

Por ello es que la ley religiosa judía afirma que uno debe seguir a la mayoría, aun cuando el propio Dios se oponga a esta idea, tal como en el episodio que cité.

Pero de este episodio surgió un aprendizaje. En épocas de la revuelta de Bar Kojbá (132 al 136 de la Era Común), los académicos de Usha en la Galilea sentenciaron (Talmud Jerosolimitano) que nadie está autorizado a proscribir a un experto en la ley.

Sin embargo, Dios no siempre se pone del lado del experto en la materia. En el tratado de Eruvin (13b) se relata que en el medio de una discusión entre las escuelas de Shamai e Hilel, aparece la voz divina y dictamina: “estas y aquellas son las palabras del Dios viviente”.

Pero cómo, ¿no quedamos en que hay que seguir la opinión de los expertos? En este caso prevalece la enseñanza, central en el Talmud, de que todas las opiniones aportan, deben ser valoradas y conservadas para el futuro, ya que interpretaciones no entendidas ni calificadas hoy pueden ser útiles para resolver situaciones futuras.

Fue lo que le ocurrió a Moisés, según lo relata el tratado de Menajot (29b) del Talmud Babilonio, cuando Dios lo lleva hacia el futuro y le permite entrar en la academia de Rabi Akiva, varios siglos después de su muerte.

Pero cuando lo escucha no entiende nada, hasta que Akiva dice que esta es la ley que recibió Moisés en el Sinaí. La interpretación también evoluciona, lo que no se entiende hoy, quizás sí se comprenda mañana.

También en el episodio de la Torre de Babel vemos el peligro de la rinocerontización. La Torá afirma con claridad que la tierra era una “sola lengua” (safá ajat) y “(devarim) cosas/palabras únicas”. ¿Qué mejor definición de un totalitarismo o autoritarismo que la de este versículo?

Los constructores de la torre vigilaban a sus conciudadanos desde las alturas de su construcción, tal como el gran hermano de George Orwell, para evitar que se desviaran del discurso único que ellos imponían.

El castigo, según la tradición judía, pero que yo entiendo como bendición, fue que se generó una confusión y esa lengua única se convirtió en varios lenguajes.

Pero volviendo a los 80 del siglo pasado, en noviembre de 1983 tuvo lugar el multitudinario acto en el Obelisco en repudio a la dictadura militar uruguaya (junio 1973 – febrero 1985).

En aquel caluroso domingo, el recordado actor de la Comedia Nacional, Alberto Candeau, pronunció la proclama redactada por los doctores Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo, quienes luego serían vicepresidentes de la República.

En uno de sus fragmentos, Candeau se refirió a los años de regresión y oscurantismo que el país había vivido con la dictadura militar.

Me entró la curiosidad de cómo se diría oscurantismo en hebreo, así que recurrí al traductor de Google. La primera opción que me dio fue baharut (ignorancia).

En el más famoso de los tratados de la Mishná (Pirkei Avot o Ética de los Padres) leemos: “El ignorante (bur, de baharut) no teme cometer una transgresión”.

La segunda traducción fue la que más me hizo pensar: sinat hadaat (odio al conocimiento), ya que en el tratado de Berajot del Talmud de Babilonia se nos dice que cuando uno ve una multitud de judíos debe bendecir porque sus rostros son diferentes los unos a los otros y sus conocimientos también difieren.

Lo que el oscurantista desprecia, la tradición judía lo ensalza porque en definitiva el conocimiento remite a ideas, pensamientos y cosmovisiones diversas que nos diferencian a unos de otros. Se trata de ver al prójimo como a un otro que es diferente a mí.

El judaísmo, en definitiva, promueve el sano debate de ideas, la diferencia como forma de enriquecimiento, y rechaza todo tipo de oscurantismo rinoceronte, porque como lo dice el Talmud, toda (sana) discusión entre padre e hijo o maestro y alumno termina en el amor.

24 jun 2022

El rabino irreverente

Feminista, progre, popular y antiortodoxo. Así defino al seminarista Hori Sherem, quien integra el área rabínica de la Nueva Congregación Israelita (NCI) desde principios de 2022.

Sinceramente no tengo en claro el orden en que deberían ir estos adjetivos, pero entiendo que todos se relacionan íntimamente con Sherem quien, aun cuando es un estudiante avanzado, es presentado como rabino por los medios nacionales.

La comunidad de la calle Payán se la jugó por un perfil nada clásico y convencional para la mentalidad judeouruguaya, pero que busca llegar a un grupo de jóvenes a los que las propuestas más tradicionales no los mueven ni conmueven, así como para revivir el intenso debate por lo judío (apagado desde hace mucho tiempo en nuestras tierras), al menos mediante las redes sociales de moda: TikTok e Instagram.

Es que Sherem es un influenciador en TikTok (la red de videos cortos) con un acumulado de  2.3 millones de “Me gusta” a sus videos que tratan sobre la visión de su judaísmo liberal/progresista/popular enfocada en las problemáticas sociales actuales así como en temáticas judaicas que van desde el origen divino de la Biblia hasta la homosexualidad.

En sus videos utiliza recursos como la ironía y la sorna. Se burla de un eventual castigo divino por sus dichos, que es lo que le aventuran muchos de sus seguidores.

Lleva a la práctica lo que predica. En un Shabaton (fin de semana que incluye el sábado judío) organizado por Sherem a fines de marzo, en el marco del proyecto para jóvenes de la NCI, y según las fotos del rezo matutino del sábado que la institución difundió, se ven a jóvenes mujeres de talit (manto ritual), cargando/llevando la Torá (rollos de la ley) y diciendo las bendiciones vinculadas a la lectura de la porción semanal del Pentateuco.

¿Les cambia algo a las jóvenes judías ponerse el talit, cargar la Torá y decir sus bendiciones como Sherem propone? Parecería que en una comunidad poco y nada observante como la uruguaya, esto es irrelevante. 

Ahora bien, si lo miramos desde el punto de vista del empoderamiento de la mujer, tema que -por suerte- cobró mucho ímpetu en los últimos años, creo que es un acierto, como una especie de guiñada a estas jóvenes uruguayas que ven en la ortodoxia (incluso en la moderna) algo machista y anticuado.

Todo esto es impensable en los espacios juveniles de Jabad (ultraortodoxia moderna) y del Yavne (ortodoxia moderna), tanto en cuanto al rol de las mujeres como a tomar y difundir imágenes de hechos acontecidos en Shabat.

La variedad siempre es buena, y el público al que apuntan estos espacios, aún cuando puede coincidir, es bien específico. 

Por el momento el Yavne se enfoca más a lo vinculado al estudio de fuentes, sin descuidar lo social a través de sus viajes, mientras que Jabad y la NCI están más enfocados en lo social con la diferencia que Jabad apunta a un público más chic (aun cuando no necesariamente tradicional) y la propuesta de Sherem tiende a ser para judíos más cercanos al progresismo, sea desde lo político-ideológico o desde lo judaico. 

¿Qué lugar ocupa Dios en la vida de Sherem? Es una pregunta que solo él puede responder. Está claro que es central en su vida (¿como para todo rabino?), pero su vínculo con la divinidad parece conflictivo, quizás por su pasado ortodoxo, el cual develó en la entrevista que le realizaron en el programa radial Fácil Desviarse. 

De todas formas es una de las pocas cabezas que se ven con kipá en las calles montevideanas, lo cual lo vuelve uno de los religiosos del paisaje pocitense. 

Sherem me hace acordar al hijo rebelde de la Hagadá (relato) de Pésaj porque se rebela contra el orden establecido.

¿Es su irreverencia un mérito o una falta moral? En el ámbito judío religioso uruguayo es un bien necesario.

Está claro que en algunas ocasiones traspasa los límites, teniendo en cuenta cómo trata las creencias de sus hermanos y hermanas ortodoxas. Eso es algo de lo que se debe cuidar. Argumentos, sí; agravios, no. 

A pesar de todo esto, Sherem también tiene sus límites. Al ser consultado acerca de si casaría a una pareja homosexual, durante una entrevista el programa radial Fácil Desviarse de Del Sol FM, contestó que sí, pero que ambos integrantes de la pareja tienen que ser judíos o judías. 

Hoy día en la comunidad judía uruguaya hay poco debate y discusión de los que enriquecen, tal como decía el filósofo Carlos Vaz Ferreira. 

Sherem vino a sacudir el avispero. Ojalá que lo logre.

11 may 2022

Por una NCI con Pacheco Areco y un Yavne con Zelmar Michelini

“Soy un escritor ruso, pero mientras quede tan solo un antisemita sobre la faz de la tierra responderé a la pregunta acerca de mi nacionalidad con orgullo: soy judío”, dijo el escritor comunista soviético Ilyá Ehrenburg al cumplir 70 años de edad en 1961. 

¿Esta es mi definición de judaísmo? Ciertamente que no. Los antisemitas no deben condicionar nuestra definición identitaria judía.

Pero, ¿cómo y dónde expresamos nuestro judaísmo el pequeño grupo de  judíos uruguayos muy tradicionales, medianamente observantes y que simpatizamos con los movimientos religiosos, sean los liberales o los más ortodoxos?

En varios artículos publicados en tumeser.com me referí al judaísmo uruguayo: uno de los menos o el menos observante de la diáspora judía y que presenta un componente antirreligioso (o mejor dicho antiortodoxo) que se manifiesta incluso en judíos que afirman ser creyentes.

Somos la antítesis de la judería panameña dominada por el judaísmo estrictamente observante de la comunidad siria.

Un conocido que se fue a vivir a Panamá llegó un lunes a la oficina. Su jefe le preguntó: ¿por qué no te vi en la sinagoga el viernes? En Uruguay, la situación probablemente sería la opuesta, ya que -en general- estamos en la sinagoga únicamente por una alegría o por una tristeza.

De todas formas, nos resultaría extraño ver a alguien no religioso en la sinagoga, por lo cual la consulta surge de forma instantánea: ¿y vos qué hacés acá?

Hace algún tiempo un allegado a la NCI me dijo que me sentiría más cómodo en la institución de la calle Payán en lugar de en Yavne: mi jardín de infantes, escuela, liceo (y actualmente una de mis sinagogas) en los cuales crecí como persona y como judío.

¿Qué pasa cuando ideológicamente no te sentís tan a gusto con tu institución de pertenencia? ¿Deberías hacer como Fernando Amado e irte de esta tal como él se fue del Partido Colorado?

Considero que no. El Partido Colorado se caracterizó, en la década del sesenta del siglo pasado, por tener tres vertientes: la de derecha, con Jorge Pacheco Areco, la de centro, encabezada por Jorge Batlle, y la de izquierda liderada por Zelmar Michelini.

En mi opinión, una comunidad / sinagoga (sí, también las uruguayas) debe tener espacios variados, tanto para sus miembros más tradicionales/observantes así como para los más liberales.

La NCI abandonó hace décadas su espacio de rezos de la calle San Salvador en el Parque Rodó (más ortodoxo que el que existía en aquel momento en la calle Río Branco).

¿Qué pasó con la herencia de la neoortodoxa alemana liderada por Shimshon Rafael Hirsch a mediados del siglo XIX? ¿Por qué dejar de lado un espacio de rezos más tradicional para que solo exista uno liberal y cada vez más progre y de izquierda?

¿Y qué pasó con el Yavne y la Bnei Akiva de principios de los ´90 cuando chicos y chicas nos saludábamos con un beso?

Es importante que el judaísmo religioso uruguayo tenga tres vertientes, y gracias a Dios las tiene, siendo la NCI la más liberal (de izquierda, por llamarla de alguna forma) y la Yeshivá Or Israel (la sinagoga y centro de estudios religiosos de la calle Ellauri y Cavia) la más de derecha.

Ahora bien. ¿Cómo se hace para incluir varias filosofías religiosas dentro de una misma comunidad? Reconozco que es muy difícil, aunque hay varias experiencias estadounidenses que vale la pena mencionar.

En una sinagoga ortodoxa moderna de Denver, Colorado, cuyo rabino es graduado de Yeshiva University (ortodoxia moderna) de Nueva York, hay dos rezos el sábado por la mañana: uno en el cual se separan a hombres y mujeres, y otro (denominado familiar por esta congregación) en el cual se sientan juntos.

Además, esta sinagoga afirma que son bienvenidos tanto personas heterosexuales como homosexuales. Más allá que en la práctica esto sucede en las sinagogas ortodoxas, lo curioso es enunciarlo públicamente en el sitio web de una de estas instituciones.

Otro ejemplo es la también ortodoxa Ohev Sholom de Washington, una comunidad con más de 130 años de existencia, que cuenta con una maniga hiljatit rujanit toranit (líder legal, espiritual y religiosa) que dirige la comunidad (y que se cubre la cabeza a la usanza ortodoxa), pero no tiene rabino.

Asimismo, en The Bayit, una comunidad ortodoxa liberal de Nueva York, la primera rabina ortodoxa, Sara Hurwitz, cumple funciones como rabina part time.

Incluso, la doctora argentina Mijal Bitton (hija del ex gran rabino de la Comunidad Israelita del Uruguay, Yosef Bitton) es la rosh kehilá (líder comunitaria) del The Downtown Minyan en Manhattan.

Pero en las comunidades judías chicas, como la uruguaya, el concepto legal judío del maarit hain (el “qué dirán”) pesa y mucho.

El Yavne teme que lo acusen de liberalizarse y parecerse a la NCI; pero a la vez, la NCI no quiere que la tilden de ortodoxa. Con este panorama, el Yavne cada vez se acerca más a la ultraortodoxia y la NCI al reformismo.

Quizás estos dos polos de atracción para los rezos del viernes de noche sean un reflejo de la comunidad judía uruguaya actual, aunque no estoy seguro de ello.

Por tanto, y esta es mi hipótesis en términos estrictamente religiosos, la NCI se vuelca cada vez más a la izquierda y el Yavne hacia la derecha. Es una especie de juego de acción y reacción frente a lo que hace el otro. El único que queda en el centro del espectro religioso es la Kehilá. Jabad y Or Israel son historia aparte.

En términos de la actualidad política francesa: unos se “melenchonizan” y otros se “lepenizan”; el único que pierde es el centroliberalismo de Macron.

De todas formas debo reconocer que entiendo que la NCI y el Yavne tienen que escuchar a sus mayorías que, en definitiva, son quienes aportan en lo humano y lo material.

Las minorías tenemos que adaptarnos y respetar la dinámica de estas comunidades/sinagogas aunque no nos agraden, sin dejar de luchar por su cambio.

Pero la lucha se debe dar desde adentro, aunque algunos como Amado no lo entiendan así.

18 abr 2022

Arroz a la Pésaj: las divisiones sinsentido del pueblo judío



Comer, comer, comer y más comer. Es como si fuera el tema central del judaísmo uruguayo (y mundial), incluso superando al antisemitismo y al sionismo.

Y hablando de lo culinario, hay dos festividades judías que se prestan a dialogar sobre el tema: Rosh Hashaná y Pésaj, aun cuando para el judío muy tradicional también las comidas de Shabat son todo un asunto.

Ahora bien, la gastronomía pascual es súper interesante. Tal como lo expresé en otro artículo, incluso judíos no observantes (aunque creyentes) de origen ashkenazí evitan comer arroz (aun cuando sí ingieren otras legumbres también prohibidas en Pesaj, denominadas kitniot) para mantener viva una tradición milenaria, pero también -y en menor medida- para diferenciarse de sus pares sefaradim y mizrajim (estos últimos descendientes del judaísmo árabe) que sí lo comen.

Pero ya en el año 1909 el rabino Abraham Itzjak Hacohen Kook, uno de los padres del sionismo religioso y primer gran rabino ashkenazí de la Palestina británica, sostuvo que el aceite de sésamo (uno de los alimentos pascuales prohibidos hasta ese momento por ser considerado kitniot) era apto para su consumo, lo cual desató un debate con el tribunal jasídico ultraortodoxo de Jerusalén.

Por su parte, y mucho más cerca de nuestro tiempo (1989), el rabino David Golinkin, principal teórico del movimiento Masortí (Conservador) en Israel, y una referencia para sus pares masortíes estadounidenses, publicó una responsa (dictamen rabínico) muy interesante al respecto. En resumen, el experto señaló que los ashkenazim podemos comer legumbres en Pésaj, ya que de lo contrario nos estaríamos privando del disfrute inherente a la festividad (por prohibirnos de ingerir alimentos permitidos) y pagaríamos por comidas más caras, ya que tendríamos vedados productos baratos como el arroz.

Además, siempre según Golinkin, esta regla genera una división étnica innecesaria entre diferentes grupos de judíos. Y yo agrego:

  • Con la prohibición del consumo de arroz, lentejas, garbanzos y choclo, entre otros, lo único que hacemos es fomentar el consumo de carne, cuyo costo -en el caso de ser kasher- es elevadísimo, y además complejizamos sobremanera la alimentación en Pésaj de celíacos, veganos y vegetarianos.
  • Para quienes venden su jametz antes de la festividad, esta transacción no incluye las kitniot, por lo cual claramente estas no se consideran alimentos prohibidos.
  • Muchas veces las kitniot te llevan a olvidarte de la prohibición real, que consiste en no consumir productos derivados de cinco granos (al final, a veces le das más importancia al arroz que a la harina de trigo).
  • Además, en una comunidad judía de más de 100 años de existencia como la uruguaya, ¿podemos seguir hablando de sefaradim y ashkenazim? Considero que no.

Es claro que sí podemos referirnos a un judaísmo uruguayo o a una forma de ser judío a la uruguaya más que de un judaísmo sefaradí o ashkenazí. Por tanto, al menos en mi visión, pesa más lo nacional uruguayo que lo étnico tradicional al definirnos como judíos. Prueba de esto es la cantidad de socios que tiene la Nueva Congregación Israelita (NCI), originalmente integrada por judíos de origen alemán o austríaco y sus descendientes, cuyos apellidos son sefaradíes.

Desde hace ya algunas décadas los judíos uruguayos que optan por afiliarse a una comunidad (y cada vez son menos) lo hacen por aspectos ideológicos judaícos y no tanto (como antaño) por los étnicos o tradicionales.

Cuando le conté que estaba redactando un artículo sobre las kitniot, mi padre conjeturó una razón que yo no había pensado: hace más de 60 años la costumbre mayoritaria era que los ashkenazim y sefaradim no se casaban entre ellos. Hoy la realidad es que estos matrimonios interétnicos son más que comunes en la comunidad judía uruguaya, y serían aun más si la comunidad judía sefaradí no se hubiese reducido numéricamente.

El arroz es, en definitiva, el jamón de la semana de Pésaj para aquellos judíos ashkenazíes que evitan comer cerdo en el resto del año, aun cuando ingieren otros alimentos prohibidos que tienen el mismo status que la carne porcina.

El rabino y médico psiquiatra Mordejai Maarabi decía en tono de broma, y jugando con las palabras del tradicional saludo religioso pascual: que sea un Pésaj kasher (dietéticamente apto) para los ashkenazim y sameaj (alegre) para los sefaradim (en referencia a que estos pueden consumir una mayor variedad de productos alimenticios).

Es interesante notar que en el actual Estado de Israel ya casi no existe una brecha entre ashkenazim y sefaradim (o más precisamente mizrajim), tal como lo consignó recientemente el doctor en historia del pueblo judío, Pinjas Bibelnik, en una entrevista en español que le realizó la radio estatal israelí Kan.

Pero sí las hubo hace más de 50 años atrás. Las panteras negras fueron un movimiento social israelí de judíos de origen mizrají (básicamente marroquí y surgido en el barrio jerosolimitano de Musrara) que luchó por los derechos de este grupo étnico a comienzos de la década del 70 del siglo pasado. 

Luego de sus intensas e incluso violentas manifestaciones callejeras, la panteras fueron recibidas por la primera ministra Golda Meir quien las calificó de personas no agradables (el original en hebreo em lo nejmadim quedó impregnado en la cultura popular israelí, a tal punto de que uno de los callejones de la actual Musrara -barrio cuyo nombre oficial es Morashá- se llama de esta forma).

La película Sallah Shabati de Efraim Kishon, que cuenta con la actuación estelar de Jaim Topol (sí, el mismo de El violinista sobre el tejado), narra las peripecias de un inmigrante judío de un país árabe (no mencionado en todo el transcurso del audiovisual) que llega a Israel en la década del 50 del siglo XX con su esposa y siete hijos, y es enviado a morar en una vivienda precaria. Allí se muestra la burocracia de la joven Israel, los estereotipos de la sociedad, y la influencia del establishment político y kibutziano (y por qué no estatal) que quería convencer a los mizrajim de que se vuelvan seculares y de izquierda.

Esta obra está basada en la realidad. Los judíos yemenitas que llegaron luego de creado el estado fueron convencidos de todas las formas posibles de que abandonaran la religión de sus ancestros y dejaran de estudiar Torá. Todo esto impulsado por la élite ashkenazí de izquierda y laica que consideraba como bárbaros a sus hermanos árabes, puesto que estos últimos no tenían una educación secular como ellos, sino que solo sabían de la ley religiosa judía.

Por todo esto, considero a las kitniot como un símbolo de una división étnica, cosa que hace ya mucho tiempo perdió todo su sentido.

16 mar 2022

Wagner no se toca, Saramago no se lee y Smotrich es un indeseable


El compositor Richard Wagner y el filósofo Martin Heidegger fueron dos conocidos y repulsivos antisemitas alemanes. Uno precedió al nazismo, aunque se convirtió en el compositor musical del régimen, mientras que el otro fue el filósofo del Reich.

La gran interrogante surge sobre qué se debe de hacer con el aporte artístico e intelectual de estos dos antisemitas. Una opción es dejar de estudiarlos por su calidad de judeófobos, pero la otra es evitar marginarlos por el aporte que hicieron a la cultura.

Sucede que una licenciatura en filosofía que no incluya en su programa de estudios y bibliografía a Heidegger, dejaría de ser tal. ¿Se imaginan, por ejemplo, a la Universidad Hebrea de Jerusalén vetándolo? Yo, no, más allá de lo aborrecible y repugnante que me parezca como persona.

El tema de Wagner es más complejo. Considero que sí se deben ejecutar sus obras en Israel, pero con previo aviso para que quien se sienta sensibilizado por ello no concurra al espectáculo.

El debate sobre Wagner lo despertó con virulencia el compositor y director de orquesta argentino Daniel Barenboim, cuando en una presentación en Israel con la orquesta Berlin Staatskapelle en julio de 2001 decidió ejecutar la ópera Tristán e Isolda del compositor alemán al final del espectáculo.

Una parte del público presente lo abucheó y se retiró del teatro, mientras que otra permaneció en el recinto.

Desde el costado de la izquierda antisionista y antisemita, el escritor portugués José Saramago, allá por 2002, comparó a Gaza con el campo de exterminino de Auschwitz y, por tanto, al Estado de Israel con los nazis.

Recuerdo que en aquel momento las agencias internacionales de prensa informaron que libreros israelíes habían quitado de sus vidrieras todas las novelas del autor portugués para boicotearlo por sus hirientes y ofensivas declaraciones.

¿Vamos a dejar de leer a Saramago por sus declaraciones más allá de que lo detestemos? Considero que no. En Israel, su obra debe seguir siendo estudiada y vendida.

Sin embargo, como todo en la vida, hay límites. Mi lucha, de Adolf Hitler, debe ser prohibido con todas las letras. Se me revuelve el estómago en pensar que su libro, sea en su versión inglesa, o peor aún, traducido al hebreo, se pueda conseguir en una librería israelí o se estudie en sus universidades (aunque algún académico pudiera refutar este argumento explicando que este libro tiene un valor histórico y por tanto debe ser estudiado en las casas mayores de estudios de Israel).

Pero veamos algunos casos más y pensemos juntos qué habría que hacer con cada uno de ellos.

Me pregunto, por ejemplo, qué medidas tomar con la exlegisladora israelí Haneen Zoabi (procesada por fraude en octubre de 2021), quien -en 2010- se trasladó en el buque turco Avi Marmara para llegar en una misión de “solidaridad” a la Franja de Gaza, dominada por el movimiento terrorista islámico Hamas. La Knesset, en su momento, decidió sancionarla con la suspensión de ciertos derechos, aunque no expulsarla como hubiera sido deseable que hiciera.

En el otro extremo, el rabino Meir Kahane era una racista y antiárabe, asesinado a sangre fría en Nueva York por un terrorista palestino en 1990. Su partido fue proscrito de la Knesset en la década del ´80 del siglo pasado por su ideología fascista.

¿Está bien proscribir a un partido político? ¿Por qué prohibir a Kahane y no al Partido Comunista u otras facciones radicales de la extrema izquierda israelí?

Más acá en el tiempo, a principios de febrero de 2022 el Board of Deputies of The British Jews (órgano rector del judaísmo británico) rechazó con dureza la visita del legislador israelí Bezalel Smotrich del partido Hatzionut Hadatit (Sionismo Religioso), un parlamentario de extrema derecha, por considerarlo un racista. ¿Hubiera hecho lo mismo si hubiera ido Zoabi o Ahmed Tibi, el más veterano de los legisladores de la izquierda radical árabe-israelí?

En mi opinión, y si esto ocurriera en Uruguay, el Comité Central Israelita no debería manifestar su rechazo tanto por la visita de un legislador de extrema derecha como así por uno de extrema izquierda, siempre y cuando visiten nuestro país en calidad de integrantes de la Knesset, porque ambos forman parte de la vibrante democracia israelí.

De lo contrario, se podría acusar al comité central de coartar la libertad de expresión, tanto de legisladores israelíes de extrema derecha, así como de extrema izquierda.

Probablemente la estadounidense Conference of Presidents of Major American Jewish Organizations (similar al Board of Deputies) no hubiera tomado la misma medida que su par inglesa porque el país norteamericano establece que la libertad de expresión debe proteger las opiniones más bárbaras e incluso actos que -considero- son inaceptables como la quema de un símbolo patrio.

Recordemos que los padres fundadores de Estados Unidos incluyeron varias enmiendas en la constitución de aquel país, las cuales rigen hasta nuestros días. La primera de estas expresa: “El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas…”.

Sin embargo, en el propio Estados Unidos se censuran libros como el cómic Maus de Art Spiegelmann, afortunadamente traducido al español, que relata la historia de un sobreviviente de la Shoá, padre del autor del libro.

Lo más grave es que la prohibición proviene de la dirección de un colegio estatal de McMinn County, Tennessee. Las razones son inverosímiles: desnudez y lenguaje soez. Retrógrados y oscurantistas son las dos formas que se me ocurren para calificar a los directivos de esta escuela.

Maus es una pieza de arte que acerca a cualquier lector al inmenso dolor que nos provoca la Shoá a los judíos y a la humanidad en general. Considero que su lectura debería ser obligatoria en los liceos uruguayos porque los dos tomos del cómic relatan de tal forma la tragedia de la Shoá que acercarán a cualquier joven al tema.

La censura militar. ¿Es correcto que una democracia ejemplar como Israel acepte la censura militar? Entiendo que solo y únicamente para los casos en que se pone en riesgo a la seguridad nacional. Ahora bien, eso no deja de problematizarme en cuanto a que para cuidar a un país haya que revisar las comunicaciones de todos los ciudadanos y las publicaciones de todos los periodistas. ¿Qué hacemos con la libertad de pensamiento, expresión, prensa y derecho a la privacidad de todos los ciudadanos israelíes?

Según la organización internacional Reporteros Sin Fronteras, Uruguay está en el lugar 18 en el índice mundial de libertad de prensa, mientras que Israel ocupa el puesto 86. Pero también es importante expresar qué ubicaciones ocupan los vecinos de Israel: Palestina, el 182; Egipto, el 166; y Jordania, el 129.

A pesar de los Saramago, Wagner, Smotrich, la censura militar y la guerra, el estado judío asegura, de la mejor forma posible, uno de los derechos básicos del ser humano: la libertad de expresión.

2 mar 2022

Rebe: el más liberal entre los ultras


Un intransigente para el judaísmo reformista y un liberal para la línea dura del judaísmo ultraortodoxo. A pesar de ello, el último rebe de la dinastía jasídica Jabad Lubavitch, Menajem Mendel Schneerson (1902-1994), se convirtió en un líder para la judería norteamericana y en un referente de peso para el judaísmo mundial.

El libro Rebe. Vida y enseñanzas de Menachem M. Schneerson, el más influyente rabino de la historia moderna (titulado así en su traducción al español), escrito por el rabino ortodoxo moderno Joseph Telushkin, un prolífico autor estadounidense sobre ética judía así como sobre las tradiciones religiosas y culturales del judaísmo, es un profundo estudio sobre la vida (pública y privada) y obra del rebe, denominación que se aplica a los principales líderes jasídicos de los distintos grupos jasídicos hoy vigentes, pero que se asocia íntimamente —en la calle judía— con el último rebe de Lubavitch.

Telushkin elabora un relato muy completo que abarca desde la niñez del rebe hasta su legado postmortem. Schneerson fue un niño genio cuyos conocimientos impactaron a todo quien lo conocía en su Rusia zarista natal, lo cual hace recordar al gaón (genio) de Vilna, de quien se decía que a los cuatro años ya conocía toda la Biblia judía de memoria.

Aún cuando en su infancia, juventud y hasta en los primeros años de adultez el rebe era una persona tímida, finalmente cedió a la presión de Lubavitch para acceder a este cargo un año después del fallecimiento del anterior rebe (quien era su suegro) y quien fuera conocido en el dialecto judío idish como el frierdiker rebe (“el rebe anterior”). A partir de ese momento su timidez fue sustituida por un fuerte e incansable liderazgo que durante más de cuatro décadas (1951-1994) se ocupó de aconsejar a miles de personas, así como debatir, proponer, impulsar y lograr que lo que era un pequeño grupo jasídico se convirtiera en el más conocido a escala mundial, incluso por cierto sector del público no judío.

Más allá que no era un profesional universitario, estudió en la Universidad de Berlín, compartiendo el aula con Joseph Ber Soloveitchik, líder indiscutido del judaísmo ortodoxo moderno en Estados Unidos y uno de los principales filósofos judeoreligiosos del siglo XX, junto a Yeshayahu Leibowitz, incluso admirado desde nuestro Río de la Plata por el filósofo judeoargentino Santiago Kovadloff. El rebe siempre destacó su pasión por las clases de física que recibió en la universidad berlinesa por parte del profesor austríaco-irlandés Erwin Schrödinger, ganador del Premio Nobel de Física del año 1933. Sin embargo, su filosofía respecto a la importancia de los estudios universitarios para sus seguidores fue ambigua, incentivando a ciertos hombres y mujeres que lo consultaban a graduarse e incluso postgraduarse, mientras que a sus shlujim (enviados para encargarse de  los centros de Jabad en todo el mundo) les recomendaba enfocarse en sus estudios religiosos, pero no así en los seculares.

Su vínculo con los líderes del judaísmo conservador y reformista fue mixto. Con algunos rabinos cosechó un vínculo personal e intelectual y los instó a seguir en el púlpito o enseñando en las instituciones madres de estos movimientos liberales, porque consideró que podrían volcarlos a un acercamiento hacia el judaísmo normativo. Pero con otros (los menos legalistas) mantuvo fuertes polémicas (por ejemplo sobre la conveniencia o no del encendido público de las velas de Januca) e incluso se opuso a formar parte de organizaciones rabínicas que reunían a líderes de las distintas corrientes religiosas judías, así —como al igual que Soloveitchik— al diálogo interreligioso. De todas formas, siempre mantuvo una buena relación con Zalman Schachter-Shalomi, quien había sido uno de los dos primeros shlujim del frierdiker rebe.

Reb Zalman, como se lo conoció, fue quien inauguró el concepto de la presencia religiosa judía en los campus universitarios estadounidenses, atrayendo a jóvenes de Brandeis University a colocarse los tefilin (filacterias). Schachter-Shalomi abandonó Jabad y fundó el movimiento Jewish Renewal, una corriente New Age y neojasídica que se alejó notablemente del juidaísmo normativo.

Es interesante el hecho de que cuando tuvo que supervisar una publicación de un allegado a Lubavitch en la que figuraban artículos de Abraham Joshua Heschel y Martin Buber, el rebe no mencionó nada acerca del texto de Heschel, filósofo y teólogo judeoestadounidense, profesor del Jewish Theological Seminary (judaísmo conservador) e integrante del movimiento de derechos humanos junto a Martin Luther King. Empero, la publicación de Buber fue vetada. El rebe consideraba que este filósofo judeoalemán, conocido por introducir la filosofía del diálogo, y autor de la obra Cuentos jasídicos, porque consideraba que no había logrado transmitir cabalmente la profundidad de la filosofía jasídica, dejando en sus lectores una visión superficial, y por ende incorrecta, sobre el jasidismo.

El rebe, aún cuando uno lo asocia con la derecha política israelí por su oposición de la cesión de tierras a cambio de paz, sorprendió con declaraciones positivas acerca de Iosi Sarid o Shulamit Aloni, dos referentes históricos de Meretz, el partido socialista sionista de Israel. Su relación con el resto con los distintos grupos ultraortodoxos fue conflictiva, en especial con el rebe de Satmer (grupo jasídico antisionista) Yoel Teitelbaum por la visión inclusivista del rebe hacia los judíos laicos, por su respeto y apoyo al Estado de Israel y a sus fuerzas armadas (aun sin ser un sionista) y por conisderar que no había una forma racional de explicar a la Shoá (solo Dios lo sabe, diría el rebe) y la explícita afirmación del rebe de que no había sido un castigo divino.

En cuanto a si el rebe fue/es o no el mesías, Telushkin señala —con acierto— que no es relevante, puesto que no afecta en nada al liderazgo y a la obra de Schneerson. De hecho cuando el rebe murió en 1994 solo una pequeña porción de sus jasidim bailó, cantó y brindó en las calles de Crown Heights como si la revelación mesiánica se estuviera consumando.

Asimismo, el rebe fue un gran defensor de la causa de los judíos soviéticos cuando a estos se les prohibía salir de su país, pero a diferencia de otro grupos judíos él optó por trabajar en la clandestinidad dentro de la Unión Soviética, en lugar de realizar manifestaciones públicas, tal como sí lo hizo la comunidad judía uruguaya previo a la caída del régimen comunista en la década del ´80 del siglo pasado.

En definitiva, se trata de una biografía muy completa, amable con la figura del rebe, pero que no deja de incursionar en las polémicas en las que se vio involucrado él y su liderazgo.