Oratoria pronunciada por el Lic. Martín Kalenberg durante la presentación del libro E´elé Betamar del rabino Mordejai Maarabi. Montevideo, 1 de octubre de 2007.
Buenas noches, moadim lesimjá. Con el permiso del rabino Mordejai Maarabi y toda su familia, el embajador del Estado de Israel, con el permiso de los rabinos, dirigentes comunitarios y del público presente.
Es un honor para mí la oportunidad que se me ha concedido de comentar el libro E´elé Betamar escrito por un erudito del judaísmo, como es el rabino Maarabi, quien es generoso en la transmisión de sus conocimientos, siempre en un diálogo fecundo dando cabida al otro.
No hay libertad sin Torá y no hay Torá sin libertad parecerían decirnos las páginas de este libro. Ustedes se preguntarán cuál es la relación entre el calendario hebreo, la libertad y la Torá.
Entiendo que esta relación, calenadario- libertad- Torá se explica mientras uno lee detenidamente las páginas del libro.
Tan es así que la palabra libertad y sus derivados, libres, liberación, liberar, liberados aparecen mencionados en innumerables oportunidades.
Pero la libertad no empieza por Pésaj. Una de las novedades, que a mi criterio nos aporta E´elé Betamar es que Adam, el primer hombre, representa, en palabras de Maarabi, la “dimensión humana”, que está relacionada con el “nacer” libre y “vivir” para la libertad; la libertad, según el rabino, de “recorrer y reconocer el mundo creado”, “dominarlo inteligentemente y usufructuar uno a uno, los infinitos beneficios materiales que hay en él”; una libertad con responsabilidad, del hombre hacia su prójimo y hacia el mundo creado.
El filósofo judío, Emanuel Levinas, define esta responsabilidad como “responsabilidad para con el otro, así, pues, como responsabilidad para con lo que no es asunto mío o que incluso no me concierne; o que precisamente me concierne, es abordado por mí como rostro”, es decir que mi responsabilidad es también con aquél que siquiera conozco.
Prosiguiendo con el asunto de la libertad, Abraham, el primer judío, está asociado en esta obra con aquél que “elige en libertad” como un hombre que expresa, en palabras del rabino Maarabi, “el vasto y ancho horizonte del libre albedrío, hijo dilecto del ejercicio del hombre libre, moralmente libre en una sociedad atada y maniatada”.
Adam y Abraham, en la original descripción de Maarabi, me hicieron recordar la Declaración Universal de Derechos del Hombre, proclamada en 1948, cuyo artículo primero señala: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos (como Adam, el primer hombre, que nació libre) y, dotados como están de razón y conciencia (como Abraham para “elegir en libertad”), deben comportarse fraternalmente los unos con los otros (y así lo hizo Abraham con su prójimo porque él era, según el autor, “moralmente libre”).
Y luego de haber analizado a los padres de la libertad, Adam y Abraham, el rabino Maarabi ensaya una definición de lo que hoy sería el judío libre. “Sólo es libre aquél que puede ocuparse del estudio de la Torá”, nos dice. Ahora bien, ¿qué entendemos por Torá?. Proviene del término hebreo oraá, enseñanza. Yo lo entiendo como todo aquello vinculado a la educación judía: la historia, la literatura, la filosofía y también la Torá, propiamente dicha, que contiene todas las anteriores.
Maarabi dice que “No hay mejor libertad que esa”. ¿Qué cual?, me pregunto. La respuesta se asoma unas líneas después. “La del diálogo fecundo, la pregunta tibia al principio e incisiva después de los hijos –de cada hijo- para con sus padres”. Además, Maarabi cita a la Torá que afirma: “Y será cuando tu hijo te pregunte mañana diciendo…”. Maarabi reflexiona: “Nuestros hijos, decíamos, confiamos una vez más que con sus preguntas nos dejen boquiabiertos”.
Ahora entiendo aquello de que sólo es libre aquél que puede ocuparse del estudio de la Torá y mejor aún lo entiendo por qué el rabino Maarabi lo vincula a la festividad de Pésaj, porque si hay estudio, no hay ignorancia y sí hay diálogo fecundo, en definitiva hay un vínculo que se construye entre hijo y padre-madre, entre alumno y maestro. Los hijos y los alumnos que tiene un conocimiento de Torá, en la definición amplia que ya brindamos, elaboran sus preguntas con libertad y aún el más simple de los hijos, tal cual lo ejemplifica la Hagadá (relato) de Pésaj, nos puede preguntar.
Esos hijos de la hagadá siguen acompañando al rabino Maarabi en su búsqueda para definir la libertad; y no sólo en el capítulo de Pésaj sino en todo el libro. “Ser humano que es ser libre; ser humano que es ser palabra. Ser humano que es ser constructor de la libertad de la palabra”, dice el autor. Me pregunto, ¿pero entonces la libertad es ser humano y ser palabra? ¿Y la libertad de la palabra hay que construirla? Sí, nos dice el rabino Maarabi.
La libertad de palabra la construimos desde que somos niños. Ya les anuncié que no abandonaríamos a los hijos de la Hagadá ya que haciendo un juego de palabras Maarabi nos dice que estos banim (hijos) son bonim (constructores); ahora entiendo porque aquello de construir la palabra nos hace libres.
Y así el rabino Maarabi nos ayuda a comprender cómo se va formando el edificio de la libertad: a través de los benei jorín; hijos de libres, o si me permiten hijos de constructores libres.
Sucede que construir la palabra en libertad es una tarea que nos incumbe a todos; cada cual con sus palabras, cada cual con su voz, cada cual según su capacidad. Y nuevamente el rabino Maarabi nos sorprende, denominado a la festividad de Shavuot (Pentecostés) como la fiesta de las capacidades. Escuché de boca del propio Maarabi, una mañana de Shavuot, que en el Midrash nuestros sabios relatan que en el Monte Sinaí Dios entregó la Torá a cada judío según su capacidad de comprenderla, de entenderla, de aprehenderla.
Según explica el rabino hay un lugar para todos cuando de Torá se trata. Nos dice: “No importan los rostros que no se pueden dibujar en su totalidad; tampoco importan los aspectos físicos que vibran por debajo de aquél manto especial; y mucho menos el aparato intelectual que tanto nos separa hasta hoy día y que nos transforma en seres mutantes de ideologías y morales”.
Entiendo, que cada uno tiene lo que aportar desde su lugar. El filósofo inglés, John Stuart Mill, escribió en 1859 el ensayo titulado “Sobre la libertad” (On Liberty). Allí afirmó que “la única manera para que un ser humano pueda aproximarse a conocer la totalidad de un tema es escuchar todo lo que puedan decir sobre ese tema personas de toda variedad de opiniones, y estudiar todos los modos existentes de ver ese tema, por todo tipo de mentalidad.
Ningún hombre sabio adquirió su sabiduría de otro modo que no sea éste”. El filósofo griego Platón señaló: “lo que digo no lo digo como hombre sabedor sino buscando junto con vosotros”. Y nuestras fuentes, más precisamente el Pirkeí Avot se preguntan ¿Quién es sabio? A lo que responden, el que aprende de todo hombre.
En la unidad, que también es diversidad, se termina por aceptar, nos enseña Maarabi. Pero para muchos es difícil incluso tolerar; son aquellos que jamás llegarán a aceptar las diferencias, las diferentes capacidades.
Pero Maarabi lo hace y esto nos queda a claro a todos los que asistimos a sus clases y al servicio religioso de la Kehilá que el dirige. Allí hablan todos y todas, sin importar edades y niveles académicos, a cada uno se lo escucha y cada uno tiene su lugar, porque juntos, como expresa el autor, podemos superar la adversidad.
Como en Janucá, la festividad de las luminarias, donde debemos desafiar la adversidad y lograr que la luz se imponga frente a tanta oscuridad, a otras adversidades, a los “nostálgicos”, como los llama el Rab. Maarabi, que reaparecen en cada generación. De manera clara y precisa el autor nos ilustra sobre los “griegos” de la actualidad.
Aquellos que oprimieron al pueblo judío en el tiempo de Janucá buscando un genocidio espiritual de los judíos a través de prohibir la realización del Shabat, la circuncisión y el estudio de la Torá, son vistos por los ojos de Maarabi en el actual dictador iraní y sus cómplices.
Considero que el autor realiza una excelente asociación de ideas, entre aquellos genocidas y el aspirante a genocida de nuestros días. Porque el rabino Maarabi dice lo que hay que decir, cumpliendo a rajatabla con el mandato bíblico de “lo taamod al daam reeja” (No te quedarás parado ante la sangre de tu hermano) y cuestionando también a nuestros hermanos, si aún cabe así llamarlos, que acompañaron al dictador en el congreso neonazi y negacionista de diciembre.
Al decir del Rab., están confundidos, entendieron mal el precepto de amar al prójimo como a uno mismo ya que ellos aman al enemigo como a ellos mismos, y además se sentaron en la misma mesa que los pecadores y escarnecedores.
Volvamos al hombre, a su libertad y a una festividad muy poco conocida en la diáspora judía pero muy festejada en el Estado de Israel. Es el 15 de Shebat que coincide con los meses de enero o febrero del calendario gregoriano. En ese tiempo conmemoramos el año nuevo de los árboles, uno de los cuatro comienzos de año que nos marca nuestra tradición. “Pues el hombre es como el árbol del campo”, nos dice el autor citando a la Torá.
Maarabi nos aporta una comparación bien interesante y original: aquella que asemeja al hombre y al árbol. La Torá nos impone un mandato ético, poco conocido, el de velar por la protección del medio ambiente y, en definitiva de la humanidad. Maarabi nos explica con claridad que en la porción de la Torá denominada Jueces, se enseña a no dañar los árboles de las ciudades sitiadas “porque el hombre es como el árbol del campo”.
Creo que el árbol, el hombre-árbol y la Torá-árbol de vida recorren los eslabones de esta cadena que es el calendario judío y sus festividades.
Si me permiten, a mi entender, con sus enseñanzas, su hacer, y esta trilogía literaria que culmina con E´elé betamar el rabino Maarabi nos ayuda a fortalecer nuestras raíces judías y nuestro amor por el estudio y la Torá.
Muchas gracias.
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