28 jun 2023

Y Gilda también lloró

 Hay distintas clases de excluidos. A Spinoza lo echaron por pensar diferente. Y a Gilda no la quisieron aceptar como cantante de bailanta.


La intelectualidad endiosa a Spinoza y denuesta a Gilda. “Es para ignorantes”, te van a decir. Pero, ¿por qué no se puede leer a Spinoza y deleitarse con la música de Gilda?


También estaría bueno que aquellos que solo escuchan a Gilda pudieran conocer, al menos someramente, quién fue Spinoza. 


Les vendría bien complementar la música bailantera con la historia de este filósofo, pensador, ensayista y óptico holandés.


En este mundo de binomios, donde todo es blanco o negro, eso no está permitido. El intelectual solo escucha música clásica y no se puede dar el lujo de deleitarse con lo popular.


Pero cuando uno ve la película que retrata la vida de Gilda (muy bien representada por Natalia Oreiro), se da cuenta de que hay más que bailanta, música tropical y un público con escasa formación académica.


Es la lucha de una mujer, docente de preescolares, que busca un nuevo camino en su vida que le permita sentirse realizada, aun cuando este es cuestionado tanto por su entorno (especialmente quien era su marido en ese momento), así como por el propio mundo de la bailanta.


El llanto de Gilda, al igual que el de Spinoza, tiene que ver con la incomprensión del mundo que la rodeó y que no pudo aceptar su elección.


Uno es conocido por su apellido; la otra, por su nombre. Pero a ambos los unió el coraje por mantener viva su identidad.




25 jun 2023

Una experiencia cubana

Cortarse el pelo es cuasi una experiencia religiosa. Hay que confiar en el peluquero como si fuera un intermediario divino o, incluso, el mismísimo Dios.


Pero cortarse el pelo en una peluquería de cubanos tiene ese qué sé yo. Es un derrotero místico, pero sin la presencia de un ser superior intangible.


Al entrar es como si uno cambiara de continente. De la fría Tacita del Plata, pasás a la cálida La Habana. Te atienden y te preguntan si tenés hora reservada. Decís que sí, pero que no te respondieron el mensaje de WhatsApp que mandaste el día anterior.


Es pleno mediodía y el local está lleno de peluqueros, pero de pocos clientes. Nada de lujos arquitectónicos ni de diseño de interiores. Todo austero y simple, tal como en Cuba.


Te hacen subir unas escaleras. El piso está húmedo. Son los propios peluqueros los que están con el lampazo y el trapo secando el agua con exceso de sodio.


Te piden que te sientes en una de las gastadas sillas de peluquería. El peluquero te pide que esperes. Es que el piso todavía no está seco, te dice con su acento caribeño.


Le comento que quiero un corte clásico; nada parecido a su pelo multicolor. Empieza su trabajo en mi cabellera.


Es muy esmerado y súper detallista. Me pide interrumpir su tarea por dos minutos porque tiene que escuchar un audio de WhatsApp.


Me dice que era su esposa. Le acaba de contar que tiene un hijo de 18 años de edad internado en una base militar cubana. Tiene un parásito en el estómago, pero no se sabe mucho más.


Noto su mirada de tensión y angustia. Le digo que ojalá esté bien. No me animo a mencionar al Dios judeocristiano, aunque ya Alá había salido de mi boca.


Me cuenta de las penurias de su país natal. Despotrica contra los Castro, Díaz-Canel y el comunismo. Le pregunto si es obligatorio hacer el ejército. Me dice que sí, pero aclara que los hijos y nietos de los poderosos no lo hacen (como en todas partes del mundo).


Se angustia al pensar que si él hubiera estado en Cuba, nunca habría permitido que su hijo fuera al ejército. Pero quien está a cargo es su suegra, y la anciana no pudo hacer nada.


Le pregunto si sus hijos quieren venir a Uruguay. Cree que dos de los tres, sí, pero no está 100 % seguro. Una estudia medicina, el otro sirve en el ejército, y “la hembra”, tal como él la denomina a una de ellas, no estudia nada, pero tiene pareja.


Mientras hablamos me mete la máquina de cortar el pelo adentro de mis dos fosas nasales. No me animo a decirle que no. En fin, pienso, una nueva experiencia en mi vida.


También me afeita las cejas y me pasa un gel al estilo gomina que huele raro. Me siento un novato en esto de irme a cortar el pelo.


Me pregunta si me afeita la barba, pero ya es demasiado. Amablemente, le digo que no.


Ya se fue una hora. Estoy ansioso por ir a almorzar, pero me mantengo tranquilo.


Me sigue cortando algunos pocos pelos ahora con tijera y navaja. Es un detallista y perfeccionista.


Por fin termina. Me empieza a sacar fotos y yo le digo que no las suba a las redes sociales. Me promete que no lo hará y me choca los cinco.


Vuelvo al invierno montevideano. Me encuentro con un amigo que me dice que ahora parezco un futbolista europeo. No sé si eso es bueno o malo, pero por lo menos ahora mi vista quedó despejada.

18 jun 2023

El llanto de Spinoza

Los hombres no lloran. Pero, ¿acaso los hombres no lloran? ¿Por qué no deberían hacerlo? Esto se preguntó Baruj Spinoza luego de haber sido expulsado de su comunidad de Ámsterdam.


Era el 27 de julio de 1656 y solo faltaban tres días para que su pueblo conmemorara el día más aciago que marca su calendario desde el año 70 de nuestra era.


Baruj estaba nervioso. Había muchos términos que le daban vueltas por la cabeza: excomunión, excomulgación, expulsión, proscripción, anatema, imprecación y marginación.


"Cuantas palabras para decir lo mismo", pensó Baruj. "¿Pero a quién le hice daño? Tan solo soy un óptico que expresa sus ideas. He estudiado filosofía y religión para crecer espiritual y moralmente. ¿Es tan complejo de entender?"


Baruj seguía esperando que lo maldijeran. Su muerte civil estaba por llegar.


Mientras aguardaba, su mente voló a los momentos más felices de su vida: el amor de sus padres (Mijael y Jana Déborah, quien murió cuando él tenía seis años) y hermanos (Rebeca, Myriam y Gabriel), así como su trabajo de pulidor de lentes.


Era una cálida noche del verano holandés, pero Baruj tiritaba de frío. 


Siente pasos que denotan que alguien se acerca a él; es el intendente de la Esnoga.


“Venga, Spinoza, que el Tribunal está listo para recibirlo”, le dice.


A paso rápido, Baruj cruza los corredores de la institución. Allí están los miembros que lo juzgarán junto con los poderosos que propiciaron su condena.


Baruj no le rendía pleitesía a nadie. "Y así me va", pensó.


Esgrimió los argumentos más sólidos que pudo, pero eso no sirvió de nada. La sentencia ya estaba escrita. Solo le faltaba escucharla.


Los miembros del Tribunal, de aspecto serio, comenzaron a leer el texto que había sido redactado cuidadosamente y midiendo cada expresión.


“Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa”.


Cada una de estas palabras retumbaban en la mente de Baruj. El dolor que sentía era indescriptible.


“¿Cómo podré soportar todas estas maldiciones? ¿Cómo voy a seguir viviendo?”, se preguntó.


El Tribunal continuó: “Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita, que nadie le preste ningún favor, […] que nadie lea nada escrito o transcripto por él”.


Pensó que sus obras y escritos serían olvidados para siempre. Debería alejarse de todos aquellos que quería e incluso de su apreciada Ámsterdam.


Tan solo tenía 23 años y sentía que su vida había llegado al final. Ese día lloró sin parar. Ya no le importó lo que pensaran y dijeran los demás.


Murió a los 44, pero sus obras perduran, incluso, con el correr de los siglos.

16 jun 2023

El héroe norcoreano

Pak Doo Ik. ¿Acaso alguien recuerda este nombre? Para los norcoreanos es un héroe, ya que en 1966 convirtió el gol que le permitió a Corea del Norte derrotar 1 a 0 a Italia en el mundial organizado por Inglaterra.


Los norcoreanos habían llegado luego de una eliminatoria en la cual solo compitieron contra Australia. Ambos partidos clasificatorios fueron disputados en Camboya. Corea ganó el primer encuentro por 6 a 1 (uno de los goles fue de Pak Doo Ik) y el segundo por 3 a 1.


En la copa fueron los únicos representantes del continente asiático. En su serie debieron enfrentar a la Unión Soviética, a Chile y a Italia.


Perdieron 3 a 0 en el debut contra los soviéticos, sorpresivamente le empataron a Chile faltando dos minutos para el final del partido, pero la gran sorpresa la dieron ante los italianos, cuando se pusieron en ventaja a los 42 minutos del primer tiempo y aguantaron todo el partido con ese resultado.


Pero los coreanos siguieron sorprendiendo en cuartos de final (en ese campeonato no hubo octavos) cuando se enfrentaron al Portugal del gran Eusebio.


Los asiáticos tuvieron una ventaja a favor de tres goles, ya a los 25 minutos del primer tiempo, pero la magia del mozambiqueño nacionalizado portugués, y sus cuatro tantos, hicieron que el resultado final fuera: Portugal 5 - Corea del Norte 3.


Este fue el primer partido de la historia de los mundiales arbitrado por un juez asiático: el israelí Menachem Ashkenazi.


Diez años después, Pak Doo Ik fue el director técnico de la selección norcoreana de fútbol que llegó a cuartos de final, en los Juegos Olímpicos de Montreal, cuando cayó derrotada 5 a 0 ante Polonia, selección que ganaría la plata olímpica. 


El dato curioso de estos juegos es que los tres clasificados por Asia para disputar el fútbol masculino fueron Corea del Norte, Irán e Israel. 


En ese entonces, los israelíes y norcoreanos no tenían relaciones diplomáticas, y el gobierno de Pyongyang no reconocía al estado judío (igual que ocurre hoy en día).


En Irán aún gobernaba el shá Reza Pahlevi, por lo cual las relaciones con Israel eran cordiales, pero ya faltaban menos de tres años para la revolución islámica que uniría a Irán con los norcoreanos y lo enfrentaría de forma virulenta contra los hebreos.

15 jun 2023

Amistad

El galeno Arnoldo e Ildefonso estaban reunidos en un mano a mano para celebrar sus 30 años de amistad. Era un tiempo de balance para estos dos cincuentones que habían compartido todo tipo de experiencias.


En cuanto al futuro, ninguno era optimista, tal como nunca lo habían sido. Pero tampoco eran unos pesimistas netos. Ildefonso siempre citaba la máxima cataldista: “soy biológicamente optimista”, y decía que él se había vuelto optimista a la fuerza.


De todas formas, la conversación se centró en su futuro, en la vida, la enfermedad, la vejez, la soledad y la muerte. ¡Vaya optimismo el de estos dos amigos!


Ver crecer a sus hijos, los cuales estaban por casarse, los había puesto a reflexionar sobre la madurez a la que habían llegado.


Estoy cagado por el futuro. Lo que más me jode es ir al médico. Nunca sabés con qué enfermedad de mierda te va a salir— dijo el galeno.


—No te preocupes que a mí me pasa lo mismo. Y eso que creo en Dios. Sin embargo, lo que más me jode es la soledad. Me siento como un prisionero de guerra atrapado en una cárcel o como el conde de Montecristo encerrado en un castillo donde el diablo perdió el poncho— respondió su amigo.


Empezaron a caminar al lado del reconocido club de golf. Era un domingo a la tarde de invierno. Sus miedos ya estaban claros. Pero, ¿dónde había quedado la esperanza? ¿O acaso es la esperanza un cuento que nos vendieron?


Recordaron a sus padres y lo duro que había sido la última etapa de sus vidas. Se preocuparon de que a ellos les fuera a ocurrir lo mismo: problemas de movilidad y cognitivos.


Sí, ambos le temían al paso del tiempo porque sentían que los acercaba a la muerte y eso era algo que no podían detener. De hecho, a Ildefonso ya le costaba completar los complejos ejercicios físicos en la clase de taladro, su arte marcial favorita.


“Y si nos dedicamos a vivir el hoy”, dijeron al unísono. Parecía que esa era la única forma de salir del pozo depresivo de los cincuenta.


Hicieron un plan para sobreponerse a los avatares diarios, pero también para disfrutar de lo hermoso que les daba cada amanecer.

14 jun 2023

Un partido en amarillo y negro

Diciembre de 1993. Ildefonso espera ansioso el taxi en el que vienen a buscarlo dos de sus amigos. No tienen entradas, pero esperan conseguirlas. Peñarol está a 90 minutos de ser campeón uruguayo luego de 7 años de sequía.


Sandro y Nano se demoran en llegar. Los nervios del puntual Ildefonso van creciendo minuto a minuto. No existen los celulares y, por ende, no hay llamada o mensaje de texto que les permita comunicarse.


Finalmente llega el vehículo con sus clásicos colores amarillos y negros. Ildefonso entra presuroso. El recorrido hasta el monumento histórico del fútbol mundial se le hace eterno. Está incómodo. Sus amigos, más grandes que él, ocupan la mayoría del espacio del asiento trasero.


Pagan el viaje. Se bajan rápido y corren hasta las boleterías del estadio. Están abarrotadas, y en la mayoría hay unos avisos escritos en papel con una tenue tinta azul (probablemente de una lapicera Bic) que dicen: “ENTRADAS AGOTADAS”.


De pronto se acerca a ellos un revendedor de entradas con toda la pinta de aquel zorro que engañó a Pinocho. Los quinceañeros confían en el hombre y le compran tres entradas supuestamente para “caballeros” (así eran denominadas aun cuando en 1993 casi nadie usaba el término “caballero”).


Pero cuando están por llegar al ingreso de la tribuna Colombes, donde en principio solo se alojaría la hinchada de Cerro, notan que las entradas tiene el rótulo de “Menores”.


Los invade una sensación de impotencia. Mientras hacen la fila para entrar, notan que el caos es absoluto. Llega su turno. El nerviosismo es total. El portero no detecta que son entradas para niños. Por fin, pueden entrar.


El sector de la Colombes contra la América ya está ocupado por la hinchada de Cerro. Los tres adolescentes se acercan a la pequeña parcialidad aurinegra que está volcada contra la Olímpica.


Un partido malo, pero intenso. El gol de Diego Martín Dorta hace que los tres amigos queden afónicos. El empate final le da el campeonato a Peñarol. Los jóvenes salen del estadio y vuelven a entrar por una de las puertas de la Olímpica, no sin antes comprar posters y gorros del Peñarol campeón. 


Ya nadie controla nada. Es hora de entrar a la cancha a festejar. El descontrol es total. Ildefonso no se anima a colarse, pero sus amigos sí. Se queda con todos los souvenirs, mientras Sandro y Nano festejan en la cancha con Pablo Javier y el resto de sus héroes.


En ese momento, Ildefonso recuerda aquel primer partido del campeonato con Defensor Sporting. Los silbidos del final. El descontento, el dolor, la desesperanza y la desazón de la hinchada. ¿Quién hubiera pronosticado este final de campeonato?


Ni el gran Segismundo Froilán, experto en terapia, coaching y astros. Parece que los astros no pueden preverlo todo, reflexiona hoy, 30 años después, Ildefonso.


El Ildefonso de 2023 no se desvive más por el fútbol, pero sí recuerda las grandes hazañas del equipo de sus amores.

13 jun 2023

Las partidas del abuelo

A Ildefonso lo irritaba mucho tener que ir al Registro Civil. Estrés y ansiedad eran los primeros síntomas que le aparecían al saber que debía concurrir a esa oficina pública.


Un día lo contactó su primo Matías, quien vivía en Chile, para pedirle ayuda. Precisaba tramitar el pasaporte checo, y de la embajada le pedían que consiguiera la partida de matrimonio y defunción de su abuelo.


Con una inusual paciencia, Ildefonso decidió prepararse para ese día. Primero, intentó solicitar las partidas de forma online, pero esto no era posible. Luego, gestionó una hora para concurrir personalmente, la cual se la otorgaron para dentro de dos semanas.


Consultó con sus padres para saber si tenían algún tipo de información acerca de su abuelo. Lo único que había era una foto de la lápida que aún permanecía en pie en el viejo cementerio de la ciudad.


Ildefonso recordó que el abuelo de Haydé había sido compañero del suyo hacía décadas en la decana de las instituciones bancarias del país.


Haydé, cuando aún estaba de novia con Ildefonso, le había enviado fotos de una vieja enciclopedia donde figuraba una pequeña biografía del abuelo.


Al traducirla al español, ya que estaba en un dialecto que él no comprendía, Ildefonso se pudo enterar de algunos detalles de la historia de su abuelo antes de llegar al país.


El viejo Román había sido actor de teatro, hablaba muchos idiomas, había inmigrado para escapar de la guerra y había sido el primer (y por mucho tiempo el único) empleado en el renombrado centro bancario.


También, gracias a la enciclopedia, pudo averiguar en qué año se casó y cuál era su apellido materno.


Llegó el día de ir al registro e Ildefonso se anotó todos los datos que tenía en un pequeño papelito color amarillo y negro.


En la oficina pública tuvo que dar algunas vueltas, pero muchas menos de las que pensaba, para finalmente obtener lo que quería.


La historia de su abuelo en el país había sido parcialmente reconstruida. Eso a Ildefonso lo conmovía y lo hacía pensar en Haydé, aunque se contuvo y no le contó las buenas nuevas.


Rápidamente, fotografió las partidas y se las envío vía WhatsApp a su primo. Salió del registro y sintió que volvía al presente, luego de haber viajado al pasado por algunas horas.

12 jun 2023

El contestatario

A Ildefonso le gustaba ir a la sinagoga de su niñez, aunque los feligreses lo consideraran un contestatario. 


De hecho, la única vez que lo convocaron al púlpito (un primero de enero a la noche) había cuestionado que la traducción de la Biblia hebrea al griego hubiera constituido una tragedia, tal como lo considera el judaísmo raigal.


Pensó que nunca más lo llamarían a pronunciar una prédica, pero se equivocó. Un lunes a la mañana recibió un mail de Bernardino, uno de los principales dirigentes de este centro religioso y cultural de la fe hebrea.


Le propuso a Ildefonso que preparara un sermón para pronunciar el siguiente sábado a última hora de la mañana. Ese mismo lunes se puso a trabajar.


Con la caída del sol en la tardecita del viernes, llegó el sábado judío. Ildefonso estaba nervioso y asustado aunque había preparado y estudiado el discurso durante varios días.


El sábado al mediodía, y sin papeles en mano, subió al púlpito de la sinagoga. Luego de agradecerle a Bernardino, citó al rabino y doctor británico Louis Jacobs quien decía que la sinagoga debe incomodar al cómodo, pero a su vez acomodar al incómodo.


“En estos minutos, voy a tratar de incomodarlos e incomodarme”, le dijo a los asistentes.


Luego citó al libro ¿Qué pasó en febrero? A cincuenta años del golpe de Estado de Julio María Sanguinetti. “Ustedes saben que durante la tregua entre militares y tupamaros, durante 1972, estos bandos enemigos acordaron en algo: que la lucha era entre el pueblo y la oligarquía. Esta visión de blanco y negro es la que estamos viviendo en nuestro judaísmo actual, donde la ausencia del debate promueve el agravio”, enfatizó.


Ildefonso explicó al auditorio que estamos viviendo una época de judaísmo new age donde la Cábala y la meditación han sustituido al debate de ideas propio de las academias talmúdicas de Babel surgidas luego de la destrucción del Primer Templo de Jerusalem. 


“Les quiero aclarar que yo medito, y que me hace muy bien, y valoro los estudios académicos acerca de la Cábala, en especial los de Gershom Sholem”, puntualizó para evitar cualquier tipo de malentendido.


Ildefonso explicó que “la enfermedad bíblica del tzaraat, emparentada aunque muy distante de la actual lepra, se contraía al hablar mal del otro, y esto sucede cuando no veo a mi prójimo como alguien con el cual puedo intercambiar ideas aunque no piense igual”.


“Recuerden lo que ocurrió en la Torre de Babel. Tal como dice la Biblia cuando describe este episodio: ‘Y fue la tierra una única lengua y palabras uniformes’. ¿Esto qué quiere decir? Las conversaciones debían ser obligatoriamente homogéneas, y para ello los habitantes del lugar eran celosamente vigilados por los guardias de la torre.


El castigo de Dios para los babilonios fue confundir sus lenguas, lo cual fue una bendición para el porvenir que le esperaría a la humanidad. Dios no soportó esa uniformización compulsiva”, enfatizó.


“Sabemos que las excomulgaciones siempre han sido nefastas para el pueblo judío”, afirmó. La de Baruj Spinoza, por ejemplo, luego de recibir un sinfín de maldiciones, o la de Rabí Eliezer en el Talmud por oponerse a las opiniones mayoritarias, aun cuando las ideas de este doctor de la ley habían sido avaladas por la propia voz divina, puntualizó.


Ildefonso recordó que esta propia voz celestial nos indica, en otro tratado del Talmud, respecto a las discusiones, que “estas y aquellas son las palabras del Dios viviente”.


¿Cuáles son estas y cuáles son aquellas hoy, 2023?, preguntó Ildefonso. “Si creemos que las válidas son solo las nuestras, que tenemos la verdad revelada, es que no aprendimos nada acerca de nuestra propia historia”, aseguró.


“Tal como dijo el expresidente de la Suprema Corte de Justicia de Israel, el Prof. Aharón Barak, respecto al episodio de Rabí Eliezer: Dios nos dice que la Biblia no está en los cielos. Tampoco lo están nuestras palabras, las cuales son tan humanas que siempre pueden ser rebatidas”, concluyó.


Al bajar del púlpito se produjo un silencio tal que Ildefonso se sintió como Obdulio Varela en el Maracaná. Caminó lentamente hacia la salida del establecimiento con la idea de que no volvería allí por algunos meses.

9 jun 2023

Los astros

A Astrid e Ildefonso les gustaba contemplar el cielo. Siempre se hacían la pregunta de si los astros les querrían comunicar algo, si determinaban su presente, futuro e incluso toda la vida.


Él era más incrédulo. Por más que creía en Dios, era un racionalista de la gran puta. Ella, más mística y espiritual, quería profundizar en los misterios estelares.


Ella empezó a estudiar con el profesor Segismundo Froilán, experto en terapia, coaching y astros. Él la convenció de que sí, los astros determinan nuestras vidas en gran medida y es difícil que podamos hacer algo para cambiar sus designios.


Ildefonso opinaba que debían escuchar las teorías de Froilán, pero no tomarlas al pie de la letra como si fueran verdades reveladas.


Pero Astrid estaba muy influenciada por las opiniones de su maestro, a quien no le gustaba la oposición de Ildefonso.


Esto llevó a que la pareja tuviera una fuerte discusión en torno a Segismundo, y al presente y futuro de su relación. Ya no tenían proyectos en común.


El dolor los invadió a los dos porque ya nada tenía sentido. ¿Son compatibles racionalismo y misticismo? ¿Cuál es el lugar de Dios en la galaxia? Muchas preguntas sin respuestas, pero la sensación de que ya nada sería igual.


Estuvieron de acuerdo en que lo mejor sería no hablar del tema por algunos días.


Ella dormía en la cama matrimonial, mientras que él, en el sofá. A la mañana siguiente ni se hablaron. Parecía el día posterior a los clásicos, ya que ella era fanática de Nacional y él de Peñarol.


Los días fueron pasando y cada uno se fue radicalizando en sus posturas, como usualmente ocurre en esta clase de disputas.


Ambos decidieron dar por terminado el diálogo y comenzar una nueva etapa en sus vidas.

La llamada

La joven Ildefonsa estaba en crisis. Su novia de hacía seis años la había dejado de un día para el otro sin darle siquiera una explicación.


En la desesperación, decidió llamar a su abuelo Salo, quien había vivido con ella, su madre y su abuela desde que tenía uso de la memoria.


Era el padre que nunca había tenido. Le relató la triste historia con lujo de detalles y, entre llantos, le pidió un consejo.


Su sabio abuelo le dijo: “te voy a contar un secreto: tuve una experiencia muy similar a la tuya y lo que me salvó fue una buena autoestima”.


Ildefonsa no entendía nada. “Mirá, la autoestima te lleva a ver las cosas de forma diferente. Si te querés a vos misma, sabés que valés y no importa quién ni qué te hayan dicho”, dijo el anciano.


La angustia de Ildefonsa iba disminuyendo de a poco, pero igual seguía sin entender por qué su exnovia la había dejado.


“Cuando no hay compatibilidad en cuanto a proyectos de futuro, lo mejor es que cada uno haga su camino”, le recomendó su abuelo.


“¿Sabés qué te va a ayudar con la autoestima? Hacer cosas que te gustan y que ocupan tu tiempo de forma productiva. Por ejemplo, si te gusta escribir, hacelo y publicá tus cuentos; lo mismo con caminar: date el tiempo para esas caminatas que tan bien te caen, aunque sea en una noche otoñal. Tenés que confiar en vos, ahí es donde empieza todo”, le aseguró.


Salo prosiguió: “Y no te preocupes por tener demasiado tiempo libre. Esos son momentos que tenés que aprovechar para disfrutar de vos misma y tus cosas. Si no lo estás disfrutando, y en eso tiene mucho que ver la baja autoestima, tampoco vas a poder hacer rendir las horas productivas del día en las que te dedicás a trabajar y a estudiar”.


“Cuando no podés disfrutar en soledad de tu tiempo libre y necesitás a otro para que te llene ese espacio, eso significa de que hay algo que no funciona bien”, reflexionó.


“¿Pero cómo hago para cambiar mi forma de vida?”, preguntó la joven. “Según los estudios académicos que conozco, acostumbrarse a los grandes cambios lleva 66 días aproximadamente. No te va a hacer fácil mi querida nieta, pero yo confío en vos. Ahora, como dice el Martín Fierro, tenés que confiar en vos misma”, sentenció el abuelo.

8 jun 2023

Aburrimiento

Ildefonso vivía aburrido, y no sabía cómo resolverlo. Ya se había leído todos los libros de Pilar Sordo, pero con eso no había podido resolver nada.


Necesitaba conversar con su gran amigo, el galeno Arnoldo. Ildefonso sabía cuál era su problema: era un tipo ansioso que resolvía muy rápido las cosas, aunque su exmujer dijera todo lo contrario, y eso lo llevaba a que el tiempo no le pasara nunca.


A Arnoldo le costaba entenderlo, pero no por falta de empatía, sino porque su situación era totalmente diferente: estaba ocupado día y noche con sus quehaceres laborales y personales, por lo cual el consejo para Ildefonso era que disfrutara del tiempo libre.


El tenaz Ildefonso seguía aún confundido luego de la abrupta separación de Héctor, su pareja durante varios años, pero quería aprender a aprovechar mejor de sus ratos de libertad.


Quizás leer o quizás escribir. Pero, ¿cuál era la solución? Le dijo a Arnoldo que necesitaba pensarlo, pero que de algo estaba absolutamente seguro: debía darle alguna utilidad a su tiempo libre.


Ildefonso se quedó pensando en el tema del aburrimiento y llegó a la conclusión de que era algo normal en la vida, aunque solo en su justa medida.


Reflexionó sobre qué función tenía el aburrimiento. Es darse cuenta de que no todo es placer ni disfrute y que, a veces, estamos perdidos y no sabemos lo que hacer. Eso es normal, hasta cierto punto, pensó.


El aburrimiento también puede funcionar como una especie de motivador que nos convierte en una fuente de ideas para ayudarnos a combatirlo. El tedio es el puntapié inicial para salir adelante, para ser quienes nosotros queremos ser.


Es pensar e idear para después crear algo nuevo. Es algo muy difícil, se dijo a sí mismo Ildefonso. “¿Cómo hago para reconectarme conmigo mismo?”, se preguntó.

6 jun 2023

Sábado a la noche

 “¿Viernes, sábado o domingo a la noche?”, se preguntaba Ildefonso; “¿en cuál de estos días sentí más soledad?”.


Ildefonso había dejado con su compañera luego de 12 años de estar juntos. Más allá que había sido una decisión conjunta, la pasó muy mal el primer fin de semana en soledad.


La noche del sábado, al menos para Ildefonso, había sido en su juventud la que más le había incomodado pasar aislado.


Ahora, ya siendo un hombre de 53 años de edad, suponía que la historia podía ser diferente, aunque no fue así.


Pensó que, así como para muchos, las peores horas del fin de semana serían las del domingo entre las seis de la tarde y las ocho de la noche, pero para él lo fueron las del sábado entre las 20:00 y las 22:00.


Siendo las 8 de la noche del sábado, y aun cuando estaba frío, Ildefonso decidió salir a caminar durante una hora.


Era un horario en el que no recordaba, salvo en verano, hacer footing por las calles capitalinas. Vio más gente en la calle de la que pensaba, y hasta lo asoció con un día cualquiera de la semana.


Ver personas, autos y ómnibus le levantó el ánimo considerablemente. Vio gente vestida como para salir, pero eso no le hizo mal, sino que reflexionó de que hay muchas formas de vivir y sentir un sábado a la noche.


Luego de la caminata, Ildefonso fue directamente a su casa. Eran las 9 de la noche. Aprovechó y comió un arroz con queso rallado y tomó abundante agua. El postre, un ticholo sin azúcar agregada.


Luego terminó de editar su último cuento, lo publicó en su blog y en sus redes sociales, y vio un episodio de su podcast favorito, donde se analizaba si existe Dios.


Se habían hecho las 11 de la noche. La oscuridad, el silencio, la soledad y la angustia embargaban a Ildefonso quien, por un momento, extrañó a Haydé, pero se dijo que debía seguir adelante.


Meditó durante apenas dos minutos y decidió enfrentar todos sus miedos nocturnos. Fue allí cuando se acostó e intentó dormir. Concilió el sueño más rápido de lo pensado, y al levantarse a las 5 de la mañana se sintió reconfortado de haber vencido a la noche y a la soledad.

4 jun 2023

El reclamo

Los viejitos Tania y Santiago tenían una fiel ama de llaves: la leal Rosa. Un día Rosa decidió jubilarse. Desde ahí, la lealtad y la amistad se terminaron.


Rosa argumentaba que la pareja le había quedado debiendo una importantísima suma de pesos uruguayos, mientras que los ancianos decían que esto no era cierto.


La ex ama de llaves se apoyaba en su hijo: el excéntrico y abusador Hernando, quien vivía a costa del trabajo de su madre.


Hernando convocó a sus compinches del grupo delictivo Los sicarios, quienes amenazaron a Tania y Santiago con acribillarlos si no cumplían con el reclamo de Rosa.


La pareja, tal como si se tratara de la serie Los simuladores, fue a buscar ayuda al consultorio del galeno Arnoldo. Este les recomendó los buenos oficios del jurista Lito Smack, un experto en tratar con prepotentes.


El abogado les aconsejó que debían negociar, ya que no había mejor opción, y que, cuanto antes, mejor.


La reunión se concretó en el estudio jurídico ubicado en el viejo Palacio Durazno, emblemática construcción montevideana.


Fue una mañana muy fría, aquella en la cual se juntaron a negociar. El tira y afloje era muy tenso hasta que el viejo Santiago pegó cuatro gritos. Ya no soportaba más las falacias de Hernando.


“Nos están robando. Nosotros siempre fuimos buenos pagadores. No les debemos un peso”. Los gritos pelados del viejo se escuchaban hasta en la Torre de los Homenajes del Estadio Centenario.


Smack se vio obligado a moderar las pulsaciones de la reunión y a advertirle a Santiago de que bajara cuatro cambios.


Rosa y Hernando mantenían cierta calma, aun cuando seguían presionando para cobrar lo que consideraban adeudado.


En eso apareció el galeno Arnoldo y manifestó que —según su opinión— la mejor solución sería que Tania y Santiago pagaran una cifra simbólica, aunque considerablemente importante, para dejar saldado el problema.


Arnoldo actuó como el gran articulador y la solución llegó, aunque Tania y Santiago seguirían preocupados por varios años más.

3 jun 2023

Los rufianes

Personas sin honor, perversas y despreciables. Así son los hermanos Karamazov Satrapanski del clan de los sibaritas. Su especialidad: la explotación de las más débiles.


Ildefonsa había sido la primera en caer en las garras de estos proxenetas, inspirados en la temible Zwi Migdal argentina, que lucran con mujeres sin educación ni dinero y nacidas en las diferentes zonas fronterizas que separan a Uruguay de Brasil.


Los tormentos que había sufrido luego de haber sido secuestrada eran indescriptibles. Ahora se encuentra encadenada a una cama, recibe comida y bebida cada muchas horas y está siendo maltratada por no cumplir las órdenes de sus captores.


No sabe en qué día vive, ni si es de día o de noche. No conoce de tiempos presentes ni pasados. ¿Quién fue? ¿Quién es?


La han convertido en un objeto de deseo, de manoseo, de abuso y de violentas agresiones.


Cada día se pregunta por qué le pasa esto. ¿Acaso se lo merece? ¿Pero si ella no le hizo daño a nadie?


Se siente como en uno de esos cuentos terroríficos del yanqui John Katzenbach, pero sigue pensando cómo escaparse.


Finalmente elabora un plan. Cuando lleguen sus secuestradores a ofrecerle su magro plato de comida y le quiten las esposas, ella reaccionará con todas sus fuerzas.


Los malhechores la sorprenden, ya que esa noche vienen de a dos a servirle la cena. Cuando la despiertan, ella los golpea en los testículos.


Ildefonsa se trenza en una lucha feroz por la supervivencia. Golpea de forma eficaz a ambos hombres y logra huir de aquella maldita habitación.


Ahora corre sin parar buscando la salida por el laberíntico edificio.


Está mareada, siente la falta de azúcar y no ve bien después de tanto tiempo de estar sometida a la oscuridad.


Aunque ya no aguanta más, la ilumina el optimismo agnóstico sanguinettiano. Mira con detenimiento el lugar y ve que cerca hay un haz de luz. Trepa como puede hasta que sale por uno de los recovecos de su prisión.


La invade la pregunta: “Y ahora, ¿cómo voy a seguir adelante?”.