Pak Doo Ik. ¿Acaso alguien recuerda este nombre? Para los norcoreanos es un héroe, ya que en 1966 convirtió el gol que le permitió a Corea del Norte derrotar 1 a 0 a Italia en el mundial organizado por Inglaterra.
Los norcoreanos habían llegado luego de una eliminatoria en la cual solo compitieron contra Australia. Ambos partidos clasificatorios fueron disputados en Camboya. Corea ganó el primer encuentro por 6 a 1 (uno de los goles fue de Pak Doo Ik) y el segundo por 3 a 1.
En la copa fueron los únicos representantes del continente asiático. En su serie debieron enfrentar a la Unión Soviética, a Chile y a Italia.
Perdieron 3 a 0 en el debut contra los soviéticos, sorpresivamente le empataron a Chile faltando dos minutos para el final del partido, pero la gran sorpresa la dieron ante los italianos, cuando se pusieron en ventaja a los 42 minutos del primer tiempo y aguantaron todo el partido con ese resultado.
Pero los coreanos siguieron sorprendiendo en cuartos de final (en ese campeonato no hubo octavos) cuando se enfrentaron al Portugal del gran Eusebio.
Los asiáticos tuvieron una ventaja a favor de tres goles, ya a los 25 minutos del primer tiempo, pero la magia del mozambiqueño nacionalizado portugués, y sus cuatro tantos, hicieron que el resultado final fuera: Portugal 5 - Corea del Norte 3.
Este fue el primer partido de la historia de los mundiales arbitrado por un juez asiático: el israelí Menachem Ashkenazi.
Diez años después, Pak Doo Ik fue el director técnico de la selección norcoreana de fútbol que llegó a cuartos de final, en los Juegos Olímpicos de Montreal, cuando cayó derrotada 5 a 0 ante Polonia, selección que ganaría la plata olímpica.
El dato curioso de estos juegos es que los tres clasificados por Asia para disputar el fútbol masculino fueron Corea del Norte, Irán e Israel.
En ese entonces, los israelíes y norcoreanos no tenían relaciones diplomáticas, y el gobierno de Pyongyang no reconocía al estado judío (igual que ocurre hoy en día).
En Irán aún gobernaba el shá Reza Pahlevi, por lo cual las relaciones con Israel eran cordiales, pero ya faltaban menos de tres años para la revolución islámica que uniría a Irán con los norcoreanos y lo enfrentaría de forma virulenta contra los hebreos.
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